Nos
creemos los reyes de la creación pero somos frágiles, terriblemente frágiles,
de tal manera que un soplo de infortunio puede acabar con nosotros como una
nota hace estallar el cristal más
delicado. Podemos soportar enfermedades, infecciones o plagas, podemos superar
el hambre la sed y la fatiga, pero no tenemos defensa contra la soledad, el
desamor o el sufrimiento.
El miedo es un carcinoma que se extiende por nuestro sistema
inmunitario y nos deja indefensos contra las rapaces del alma. Una sombra, una
mera sombra es capaz de desencadenar un ataque de pánico, una sospecha puede
abatirse como una tempestad de fuego y granizo y arrasar nuestro corazón convirtiendo
un vergel en un erial.
Hemos desarrollado vacunas contra las enfermedades del
cuerpo, pero nuestra alma está cada vez más expuesta a las inclemencias de una
sociedad que nos explota y nos margina, de unos instintos que privan la especie
sobre el individuo y de unas costumbres que se preocupan de las formas sin importarles
que detrás de cada máscara hay un ser humano que sufre su dictadura, los rebeldes
son desterrados los partisanos exterminados y las masas conducidas a los
mataderos donde se nos extrae hasta el tuétano de los sueños. Plauto nos dijo que el hombre es un lobo para el
hombre, pero el hombre ha dejado de ser el hermano lobo para convertiste en el
peor de los carroñeros, él único carroñero que se devora a si mismo.
JUANMAROMO
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