El estado de derecho está dividido en tres poderes, el
legislativo, el judicial y el ejecutivo que en teoría son independientes y
electos. El poder legislativo lo constituyen los parlamentarios elegidos en las
urnas y son los responsables de promulgar las leyes que luego ejecutará el
poder ejecutivo y que el poder judicial
velará porque se apliquen con justicia.
El legislativo elige
a su vez al gobierno, con lo cual ya se produce una interacción entre ambos
poderes, pero esto no acaba aquí, el tribunal supremo y el constitucional no se
eligen por oposición ni por concurso, los imponen los partidos políticos, con lo
cual ya tenemos otra fractura y esta vez muy grave en la supuesta independencia
de los pilares de la democracia.
Nos hacen creer que elegimos a nuestros representantes, pero
en realidad no es así, votamos unas listas cerradas que nos presentan los
partidos sin posibilidad de interactuar en su elaboración, nos hacen creer en
que los 350 diputados son necesarios para representarnos, pero eso es una
falacia, tan solo los portavoces de cada grupo pueden tomar la palabra, y la
gran mayoría se limitan a apretar el botón
que se les ordena.
Los partidos políticos recurren a préstamos millonarios para financiar sus campañas electorales y los bancos
los conceden a sabiendas que la mayoría no les serán reembolsados, ¿Por qué los
conceden entonces?, pues muy fácil, a cambio de leyes que favorezcan la
especulación y la usura de estas entidades a costa del ciudadano, si además
consideramos que los ex ministros y ex presidentes acostumbran a ser fichados
por las grandes empresas como pago a los favores prestados o para aprovechar su
influencia sobre los gobiernos a los que pertenecen, tenemos el círculo
cerrado.
Un parlamento y un gobierno financiado por el capital jamás
actuará en contra del capital, es más utilizará la fuerza para defender sus
privilegios aunque sea masacrando al pueblo que los ha elegido y les paga.
Esta es la “democracia” que gozamos en estos momentos, si a
ello sumamos una jefatura del estado en manos de una monarquía corrompida y
caduca y una constitución reaccionaria y periclitada, está claro que la única senda
para reconducir la situación es convocar unas elecciones constituyentes y
elegir el estado que queremos desde cero, es decir si será republica o monarquía
y si será centralista o federal.
El sistema está podrido y corrupto y puede caer en cualquier
momento, o edificamos uno nuevo urgentemente, o nos caerá encima aplastándolo
todo, el final de la cuenta atrás está ya en la línea de salida.
JUANMAROMO
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