Son tiempos de zozobra, de gélidos silencios o de voceras
iracundos que gritan mucho pero dicen poco, son tiempos sombríos a pesar de la
solana, de noches negras a pesar de la luna azul que tiembla en el firmamento.
Jamás una sociedad estuvo más desorientada a pesar de los navegadores, jamás la
humanidad estuvo más incomunicada a pesar de internet y los teléfonos
inteligentes. Somos millones de náufragos braceando desesperadamente hacia un islote
en el que ya no cabe ni la esperanza, moribundos intentando escapar a golpes de uñas de un
ataúd que nos han colocado boca abajo.
Medio siglo de luchas, de sangre y esperanzas no han servido
para matar al monstruo que engendró el capitalismo, medio siglo de flores y
canciones han acabado enterrados por las dunas del desierto cultural e ideológico
que ha convertido vergeles en eriales, praderas en estepas y amigos en rivales.
Ya nadie camina abrazados por la calle, los profesores no pueden acariciar ni
besar a sus alumnos, pero la pornografía y la violencia ocupan la primera plana
de nuestros telediarios amañados.
Me niego a participar en esta comedia bufa que preludia la tragedia, me niego a esconder mis sentimientos, a callar mis ideas, a refrenar
mis convicciones por miedo a unos dogmas que nos auguran infiernos cuando
ya estamos en el infierno, me niego a callar aunque ya no me quede voz, a tumbarme mientras pueda arrastrarme, a lamer mientras me queden dientes para desgarrar la
mentira.
Reivindico la libertad, el conocimiento y la honestidad como
los cimientos de nuestras vidas, exijo justicia, coherencia y gallardía a todos
aquellos que se proclaman depositarios de nuestra esperanzas y cobran por ello
mientras nos venden al mejor postor, desplego la bandera del amor, la solidaridad
y la compasión como único estandarte por el que vale la pena luchar y morir sin
saberse engañado y manipulado.
Desde la meseta de mi vida, contemplo legiones de jóvenes
que luchan por encontrar su camino mientras los neones mediáticos los desvían hacia
las cumbres borrascosas de la competitividad y el desarraigo, veo el paisaje
deteriorarse, los bosques arder y las selvas convertirse en pastizales de las
multinacionales mientras las costas se cubren del blanco sudario de las
urbanizaciones fantasmas.
Nunca el poder había sido tan absoluto e indiscriminado,
nunca la locura de unos pocos había puesto en peligro la existencia misma de la
humanidad y de la propia tierra como madre nuestra.
Tenemos la razón, la verdad y la fuerza de nuestra mano, quizás
solo nos falta la espoleta de la desesperación para que hagamos saltar por los
aires tanta miseria y forjemos un mundo nuevo aunque sea partiendo de cero, de
nosotros depende, o Génesis o apocalipsis.
JUANMAROMO
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