Hoy estaba tomando unas infusiones con mi esposa en un lugar
tranquilo y recoleto, uno de esos sitios irrepetibles que de vez en cuando
encuentras en medio de las franquicias que despersonalizan las ciudades. Un rincon donde todo se hace artesanal, desde las mezclas de hierbas hasta
las pastas, donde el silencio te invita a la conversación y a la meditación.
De repente, dos mujeres embarazadas, casi niñas irrumpen en
el establecimiento y llevándose por delante a la señora que intentaba
impedirles la entrada, nos ponen delante de las narices unos carteles manuscritos
exigiendo atención a base de empujones. En seguida me he dado cuenta de que
todo era una maniobra para despistar y que los papeles eran muletillas para distraer
y robarnos (perdón, sustraernos), los smartphones que teníamos encima de la
mesa.
Al darme cuenta, he arrancado uno de los
"manifiestos" y hemos puesto a buen recaudo los teléfonos. Al verse desenmascaradas,
han salido del local a toda prisa.
La nota rezaba en perfecto castellano y sin la más mínima
falta de ortografía, que necesitaban dinero para comprar pan paras sus hijos,
extraña manera de pedir pan arrasando a quien se pone por delante para robar lo
que esté a su alcance, al cabo de unos minutos, un gorila vociferante pasaba
por delante de la puerta controlando la situación.
Hace unos años, cuando bandas de delincuentes utilizaban
niños para robar con impunidad en las terrazas de los bares, una ley que privaba
de la patria potestad a los padres que iniciaban a sus hijos en el delito acabó
con el problema, quizás habrá que plantearse la posibilidad de ampliar esta ley
a los casos de embarazadas que utilizan su estado (y con él a sus hijos) para
delinquir, incluso antes de haber nacido.
Estas mafias se aprovechan de la buena fe de la gente para enriquecerse, los
verdaderos responsables está ocultos y solo vemos los peones de un gigantesco
tablero en el que se mueven millones de euros cada día. Sólo una legislación que
ataque la raíz del problema acabará con esta delincuencia, al igual que la
prostitución o el tráfico de drogas, solo puede existir por la laxitud y la complacencia
de la administración, unos legisladores que solo se preocupan en medrar y protegerse
y unos medios policiales que hacen la vista gorda desarmados por la corrupción
y por una legislación que parece estar del lado del delincuente.
Entramos en una nueva era que puede desembocar en una
revuelta a no ser que se frenen estos desmanes y la justicia se quite la venda y vea de una vez
quienes la están violando sistemáticamente, el futuro es hoy, porque no sabemos
si habrá un mañana.
JUANAMAROMO
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