Si construyéramos un súper ordenador, le programáramos un software de acuerdo a sus posibilidades y le introdujéramos todos los datos precisos, sería capaz de vaticinar el futuro como una pitonisa infalible. Lo que llamamos destino, es la senda trazada por nuestro ADN, nuestra cuna, y las circunstancias que marcarán nuestra singladura, pero de una u otra forma todo está escrito dentro de nosotros mismos. La historia avanza en espiral, volvemos a pasar por el mismo punto, pero a diferente altura, son como capas de una cebolla infinita que crece inexorablemente sobre si misma, las personas y las circunstancias desnudas de las vestimentas de época serian exactamente las mismas.
Muchas
veces escucho gente jactándose de su fuerza de voluntad, de su capacidad de
lucha y mostrando desprecio por aquellos que arrojan la toalla o se quedan
tirados en el camino, estas personas no entienden que esa capacidad de lucha les
venía dada en el paquete genético junto a su inteligencia o su propensión a vicios y enfermedades, además hay que contar con un factor determinante que
es el entorno en el que nos criamos y nos educamos, la mejor de las semillas se
pudrirá si cae en un terreno pedregoso o si tras germinar es víctima de la
cizaña.
En una sociedad cada vez más competitiva, las clases
sociales han retrocedido a la época de las castas, la cuna tiene una
importancia decisiva, y el poder está en manos de los hijos y los nietos de los
de siempre, la prueba más sangrante la tenemos en políticos y empresarios que
de haber nacido en otra esfera social no llegarían ni a palanganeros.
No soy determinista, y creo en la libertad del hombre para
elegir su camino, pero de una u otra forma también opino que nuestras
decisiones son previsibles y condicionadas por un cúmulo de factores que nos
acotan la senda. Es como si desde una atalaya viésemos a dos vehículos que van
a colisionar en el próximo cruce, ninguno de ellos es consciente de la tragedia
y sin embargo para el observador es inevitable, son las paradojas de la vida, esas
paradojas que lo son porque aun no tenemos ni el ordenador ni el software para
poder descifrarlas.
JUANMAROMO
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Emilia