Teníamos prisa, una hora no daba para mucho, pero era
el tiempo que teníamos para comer. Nos dirigimos a una gran superficie y
subimos a la sección de lencería. Tomó varias braguitas y nos
encerramos en un probador. Era la hora del medio día y la crisis vaciaba los
grandes almacenes, apenas había dos dependientas en la planta que charlaban
junto a una caja.
Nos besamos con la pasión rompiendo diques, el sostén saltó
por los aires y los pechos rebotaron libres de sus prisiones mientras la falda
entraba en caída libre. La apoyé contra el espejo y lamí sus pezones con delicadeza
mientras mi mano buceaba entre sus aguas, los jadeos parecían atronar toda la
planta. La senté en el taburete y mi lengua se zambulló en sus cálidas
profundidades mientras mis manos le acariciaban los senos, mi boca se anegó de sus
jugos y los dientes mordisquearon el pistilo, seguí libando su
corola hasta que el geiser me estalló entre los labios, un aullido profundo como
de loba en celo hizo temblar el probador. Se vistió como una exhalación y
arrancando las etiquetas de una de los tangas se dirigió hacia la caja donde
las dependientas esperaban anonadadas.
- Cóbreme por favor que tengo
prisa, las braguitas me las llevo puestas-
Y con una sonrisa encantadora, me tomó de la mano y corrimos escaleras
abajo.
Cariño, me dijo haciendo gala de
su encanto irresistible, -mañana visitaremos la sección de caballeros.
JUANMAROMO
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