Estaba tumbado en la
butaca con los ojos cerrados y soñándote, porque yo te sueño despierto. Soñar
dormido es una pérdida de tiempo, no controlas, no recuerdas, no diriges.
Soñaba con tus ojos, con esos ojos que me hipnotizan y que yo me dejo
hipnotizar porque se que me devorarán las boas de tus muslos. Soñaba con tus
labios, esos labios que comulgan con los míos hasta que son una sol carne,
soñaba con tus pechos, leche y miel sonrosada y olorosos como el jazmín, soñaba
con tu vientre, ese camino que me conduce a tu bosque encantado, soñaba con tus
muslos, esas anacondas que se enroscan en mi y me extraen hasta el último
suspiro, y soñaba, como no, con tu flor carmesí, con el grial sagrado que me
devuelve a la vida, con el néctar divino que se mezcla con mi sangre, con la
pócima sagrada de nuestros jugos mezclados en el ardiente crisol de tus
entrañas.
Sueño que se borrará eclipsado por la realidad dentro de nada, una
nada que se antoja eterna pero que está a la vuelta de la esquina. Te deseo con
pasión, pero sobre todo te necesito, necesito tu ternura como el agua de vida.
Si pudiera licuarme, pediría ser el zumo de tu orgasmo.
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