La mañana había sido agotadora, problemas, dificultades, contratiempos,
toda una prueba para la capacidad de resistencia de cualquiera, para postre,
las cosas en casa no iban mucho mejor, algunos malentendidos estaban tensando
la relación de pareja y los factores externos no hacían más que enrarecer el
ambiente, los miedos campaban a sus anchas desde hace algun
tiempo.
Mientras subía por las escaleras del metro se le ocurrió,
tomo el smartphone y le envió un mensaje.
- "Cariño, ¿te apetece tomar algo en La Cúpula"- -¡Claro, respondió ella!. en diez minutos
estoy contigo-.
La tarde era radiante y la primavera estaba en su apogeo, escogió un rincón apacible y pidió la
carta. En unos minutos la mesa estaba
servida, tomó una fotografía y se la envió por Whatsapp, era la mejor manera de
decirle que todo estaba a punto.
Ella llegó radiante, una mujer hermosa en su mejor momento,
se levantó y la recibió con un cálido beso, durante el ágape, no pararon de
mirarse a los ojos y las palabras brotaban como de una límpida fuente. Tomaron
la última copa, y el cava parecía hacerles guiños con sus burbujas...
-Hay apartamentos libres... podíamos celebrar estos momentos
como tú y yo sabemos,- le insinuó. -¡No seas bobito, cielo!, estamos a un paso
de casa, ¿donde mejor que en nuestro nidito para incubar un puñadito de
mimos?...
El café era excelente, sus manos se trenzaron y se perdieron
calle abajo en busca del refugio. Cuando las puertas del ascensor se cerraron,
sus labios sellaron la entrada del paraíso...
Juanmaromo.
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