Tengo cincuenta y cinco años, casado y con dos hijos que tampoco encuentran trabajo. Empecé mi vida laboral con dieciséis años, trabajé y estudié hasta conseguir una posición que creía inexpugnable. Mi esposa tenia un buen trabajo y decidimos comprarnos un piso, ahorramos durante cinco años hasta conseguir el montante de la entrada y las escrituras y concertamos una hipoteca a 25 años, prescindiendo de gastos superfluos, podíamos pagar las cuotas y educar a nuestros hijos, el futuro nos sonreía.
Hace cuatro años, a mi esposa se le declaró un enfermedad invalidante pero al no estar considerada como tal por la seguridad social, fue despedida y pasó a engrosar las filas del paro, solicite aumentar mi jornada y me llevé trabajo a casa, de esta manera compensaba en algo la pérdida de ingresos, mis hijos se dedicaron a buscar faena, pero apenas consiguieron contratos temporales en la hostelería o repartiendo pizzas, la crisis estaba en pleno apogeo.
La tragedia estalló hace dos años, un ERE totalmente injustificado me dejó inesperadamente en la calle, pero dada mi preparación y experiencia creí que pronto encontraría trabajo, me apunte a cursos de reciclaje, mandé miles de currículos y durante meses me pateé polígonos industriales buscando entrevistas, pero el tiempo transcurrió inexorable y pronto se me acabó hasta el subsidio familiar.
Recurrimos al banco de alimentos y fuimos quemando nuestros ahorros, vendimos el coche y todo aquello que no fuera imprescindible, pero pronto no hubo dinero para la hipoteca, a pesar de llevar diez años pagando, resulta que aun les debíamos tanto dinero que no cubríamos ni devolviendo el piso.
Esta mañana nos ha llegado la orden de desahucio, la casa está casi vacía, nos hemos vendido todo aquello que alguien quiso comprar y en estos momentos no tenemos nada más que deudas.
Los niños han dejado los estudios y malviven hacinados en un piso compartido cobrando salarios de miseria cuando tienen la suerte de tener un trabajo, el futuro está cada vez más negro.
He reunido mis últimos euros y me he comprado una pistola en el mercado negro, en estos momentos me dirijo a la central del banco , no sé si tendré valor para asaltarla, no sé cuantos euros podre arrebatarles, pero lo que tengo claro es que, o salgo con dinero suficiente o el responsable de tantos y tantos desmanes me acompañará a rendir cuentas ante ese juez que no admite sobornos ni corruptelas.
Jose Luis Posa
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