Vivimos en una sociedad en descomposición, una sociedad
Titanic en la que las ratas están abandonando el barco llevándose sus míseros
mendrugos, los VIPS ya tienen en los botes sus joyas y caudales a buen recaudo y la orquesta
sigue amenizando el naufragio para tapar los aullidos de los desesperados.
Estamos el final de una era, una era que empezó tras la segunda
guerra mundial y que con altibajos se ha extendido hasta el 2.008, medio siglo
de expoliación del planeta, de explotación del tercer mundo, y de exterminación
de culturas y especies en aras de un crecimiento continuo y enfermizo que ha
cubierto de cemento nuestras costas y montañas, infectando el planeta con
residuos tóxicos y radiactivos.
Todo se ha edificado sin cimientos, hipotecas, créditos,
previsiones de beneficios, un gigante con pies de barro que se ha desmoronado
al primer embate atrapando bajo sus escombros a quienes se creían a salvo. El
sistema ya no tiene respuestas, las teorías del pasado han fracasado, los economistas y
los políticos no saben dónde esconderse o esperan repartirse los despojos, y las
masas se desesperan y empiezan a entrar en ebullición con unas consecuencias
imprevisibles.
No hay alternativa, hay cientos de miles viviendas vacías o
a medio terminar que no encuentran comprador a los precios actuales, pero también
hay miles de familias y jóvenes que necesitan un hogar, si tenemos una oferta y
una demanda, ¿porque el estado no absorbe el exceso y lo convierte en vivienda
protegida a unos alquileres asequibles? ¿Porque ese dinero empleado en ayudas a las cajas podridas
no se utiliza para sanear unos balances falseados y fraudulentos?
El trabajo es un bien escaso, entonces vamos a repartirlo equitativamente,
jornadas parciales de tres o cuatro horas para personas que no puedan emplear
jornadas completas, jubilaciones pactadas para trabajadores con cuarenta años
de cotización y dejar esos puestos a jóvenes sin empleo que se hunden en la desesperación,
incentivar la natalidad a base de ayudas reales y no cheques regalo que fomentan el fraude y el oportunismo, hasta que el estado y la sociedad no se convenzan que la
maternidad es un bien social como el agua, el aire o el trabajo, no dejaremos
de envejecer. y no olvidemos que este es
el primer signo de decadencia de cualquier pueblo o cultura.
Una nueva vida es todavía posible si sabemos cambiar el
rumbo que nos lleva directo al precipicio. Una sociedad más justa, solidaria y respetuosa
con el medio ambiente, con la humanidad y con el hombre como individuo, pero
cada día que pasa nos acerca vertiginosamente al abismo.
JUANMAROMO
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