Hoy una persona se ha arrojado al metro... Quejas de los
ciudadanos por tamaño despropósito, comentarios crueles, sarcásticos y
despiadados... una nota de prensa y las
mangueras del olvido borraran su sangre de los afilados raíles. ¡Cuánto
sufrimiento habrá estallado en su cuerpo segado por las redondas guadañas! ¡cuánto
miedo habrá tenido que vencer la desesperación antes de dar el último empujón a
su vida!.
En esta matriz en que nos han injertado, todos tenemos una
celda donde trabajar, procrear y morir, es el destino programado por El Gran hermano,
pero a veces ni siquiera podemos consumirnos en paz, muchas veces el sanedrín
nos arroja al vacio donde reina el llanto y crujir de dientes, donde no hay más
luz que la de nuestros ojos apagados.
Váganos por las
tinieblas sorteando fantasmas, fantasmas mudos sin rostro y sin historia que flotan
en el limbo de los nadie, personajes en busca de autor que recitan sus papeles
en voz alta sin hallar su público. Los encontramos en la cola del paro, en los
albergues, dormitando en los parques, y
un día desaparecen sin dejar rastro.
El hombre que ha saltado esta mañana, me ha dejado un rastro
nauseabundo, un rastro de sangrante indiferencia en la conciencia ciudadana, de
conformismo ante la tragedia. Era un don nadie, era una persona que un día tuvo
ilusiones, tuvo una novia, tuvo una familia, era un hombre que fue arrojado por
la borda y nadie le tendió una mano, era un cero a la izquierda, era uno de los
nuestros.
JUANMAROMO
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