Hace unos días comentábamos sobre la elasticidad del tiempo,
el tiempo "bandoneón" que se encoje y se estira caprichosamente sin obedecer
ni a cronos ni a calendas. Hay momentos
especiales que se quedan flotando en el limbo espacio/tiempo y que no obedecen
a los cánones preestablecidos, acabamos de vivirlos y se antojan lejanos y sin
embargo, al cabo de los años se nos presentan frescos y fragantes como recién nacidos.
Son vivencias tan intensas, que forman burbujas en nuestro
recuerdo y de esta manera se blindan contra el olvido. Nuestro
"airbag" mental se dispara
para protegernos de los momentos dantescos que la vida nos tiende con demasiada
frecuencia, son esos instantes en los que creemos que estamos soñando, que
"eso" no nos puede estar pasando a nosotros, quizás es una argucia de nuestro cerebro para darnos
tiempo a preparar la defensa, pero esos paisajes de infinita belleza, esos
fragmentos que quisiéramos llevarnos a la eternidad se enquistan en nuestro
tejido emocional y acaban formando parte de nuestra esencia.
La vida no se mide por las veces que respiramos si no por
los momentos que nos dejan sin respiración.
JUANMAROMO
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