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miércoles, 21 de septiembre de 2011

EN EL PUNTO DE PARTIDA




En los años cincuenta, más de un millón de españoles expulsados del campo por el maquinismo y la explotación huyeron a Europa y Sudamérica en busca de un futuro para sus hijos. Eran personas sin formación académica, sin oficio en la mayoría de los casos, pero con la fuerza de la juventud y la esperanza en un mañana mejor.
España fue industrializándose sobre la base de una mano de obra barata y unos derechos laborales inexistentes, multinacionales de todo el mundo abrieron factorías de ensamblaje con escaso valor añadido y sin apenas invertir en investigación y desarrollo. Estudiar una carrera estaba reservado a las clases media y altas y el proletariado quedaba fuera de la universidad salvo contadas excepciones. 
Con la entrada en la U.E. una nueva oleada de empresas decidieron invertir en nuestro país, para ello buscaron marcas consolidadas que a golpe de talonario volaron a manos extranjeras, así logos legendarios como Montesa, Derbi, Bultaco, Sanglas o Pegaso, pasaron a ser meras sucursales de las grandes multinacionales, lo mismo sucedió con las marcas líderes en alimentación o detergentes como Riera Marsá, Mistol o Camp, que fueron barridas del mapa por los depredadores del sector.
Pasaron los años, y la universidad abrió sus puertas a los jóvenes. Miles de adolescentes sacrificaron años de su vida en prepararse para los nuevos tiempos, las nuevas tecnologías ofrecían sueldos apetecibles a telecos, ingenieros industriales o analistas informáticos y el auge de la construcción demandaba arquitectos y especialistas cualificados. El estado invirtió cantidades ingentes de dinero en prepara a una generación para los nuevos desafíos, nadie quería trabajar en la obra, en la hosteleria o en los servicios y hubo que importar cientos de miles de inmigrantes para ocupar los puestos  que nadie quería, pero todo era un sueño que acabó en pesadilla. 


Cuando la crisis se extendió por todos los sectores, las empresas que habían buscado mano de obra barata emigraron a los países emergentes, y marcas como Honda, Yamaha o Sony, que habían absorbido y exterminado a la industria autóctona, cerraron sus factorías dejando en el paro a miles de trabajadores. Legiones de licenciados se encontraron haciendo trabajos de supervivencia sin esperanza de encontrar un puesto acorde a su preparación, la generación más preparada de la historia era presa del paro y la frustración.
Con una industria incapaz de absorber la oferta de titulados y especialistas, los jóvenes empezaron a buscarse la vida en el exterior, y actualmente pleyades de universitarios preparados con el dinero del estado, están rindiendo su trabajo en Alemania, Canadá o Australia como única salida profesional a sus estudios. 
Han pasado 60 años pero de nuevo, legiones de españoles tienen que buscarse la vida en el extranjero, la flor y nata de la juventud está siendo expulsada de su tierra como sucedió en los años cincuenta, la espiral ha dado la vuelta completa y estamos de nuevo en el punto de partida.

JUANMAROMO

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