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jueves, 2 de junio de 2011

AGUAS CRISTALINAS



A veces el amor nos asalta como una catarata, una riada que nos arrastra cauce abajo golpeando el corazón contra las piedras y arañando el alma con las zarzas de la rivera. No debemos dejarnos llevar por la corriente, busquemos un remanso donde las aguas se decanten, y veamos a través del cristal de su trasparencia. Poco a poco se irá depositando  aquello que en la vorágine de la cascada nos pasaba inadvertido, una capa de arena gruesa con algunos cantos rodados, es la pasión que erosiona cuanto alcanza, pero que es la primera en separarse del todo.
Seguidamente veremos la arenisca, ese desasosiego que nos produce la ausencia del ser amado, una especie de síndrome de abstinencia que hace del amor algo agridulce, por suerte, también acaba desprendiéndose. Por último queda un manto de lodo y fango,  es la desconfianza y los celos que enturbian su pureza. Si nos acercamos, un aroma a menta y hierbabuena nos envuelve, es la ternura, algo que no se ve, pero que todo lo perfuma con su aliento. La transparencia es la sinceridad, gracias a ella, podemos mirar a su través y ver como el agua no se estanca, si no que fluye delicadamente conservando sus brillos cristalinos.
No dejemos que las aguas dormiten porque en ella anidarán sapos y culebras, pero tampoco  que nadie remueva su fondo, porque quizá ya nunca recupere su magia
El amor riega nuestras almas y hace que en ellas fructifique la bondad y la belleza, sin él, acaba secándose y cuarteándose hasta quedar yerma y estéril como una tierra baldía.

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