Acaricio las cuerdas de tu arpa
con mano temblorosa, con dedos encendidos,
me ciño a tu cintura y tejo entre tus pliegues
acordes luminosos, sublimes arpegios
que iluminan la alcoba.
Mis labios componen en tu piel
conciertos inmortales
sinfonías eternas
que se elevan al cielo
cual palomas de nieve.
Cuando leo el pentagrama
de tu cuerpo desnudo
todo mi ser se transforma
en vibrante batuta
y acaricio la escala de tu cuerpo
besando tus corcheas,
arrancándote notas inauditas
con mi lengua incendiada.
Cuando abrazo tu frágil violoncelo
y mi arco chispea sobre tu piel en llamas
enmudecen los pájaros del alba,
los ángeles enrojecen de envidia
y el mismo Zeus desciende del Olimpo
para escuchar las notas que desgranas
JUANMAROMO
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