viernes, 25 de marzo de 2011

EL MARIDO DESCONOCIDO



Emma Riverola
Escritora

En la olla bulle la sopa. En la cazuela, un pollo con especias. La joven desmenuza unos pimientos asados y se funde en los aromas espesos de la cocina. Pertrechada con cazuelas y cucharones, alza una muralla de azulejos blancos. Su minúsculo dominio sin reino. Esparce la pulpa encarnada sobre el guiso. El agua templada borra el perfume dulzón de sus dedos. Una mano en la cadera, otra en el vientre hinchado. El niño se mueve. El niño de él.

Toma una cuchara de palo y prueba la salsa del pollo. Pizca de comino. Pizca de azafrán. Otro movimiento en la panza. ¿Sabrá quererlo si ella ya no quiere a nadie? No, en la cocina no, se regaña, aquí no entran los desvelos. Aquí, el mundo es al revés. Toma dos naranjas, las pela y las corta en rodajas. El jugo se extiende por la tabla de madera. Al hundir el cuchillo, unas gotas saltan hasta la comisura de sus labios. Con la lengua recoge el néctar. Espolvorea la fruta con azúcar y canela. Casi a hurtadillas, roba un pedacito. El más pequeño. El más feo. Un par de minutos para las nueve. A él le gusta cenar a la hora en punto. Apaga el fuego de la sopa, toma la olla y abre la puerta de la cocina. Su piel se torna hielo. Y su mente, un embrollo de tristeza y odio. Él la espera. El marido. El desconocido. El hombre que sus padres decidieron meter cada noche en su cama. Sirve la sopa. Cuando ella la prueba, le sabe a nada. Igual que su vida.

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