Hombre, arado que levanta mi corteza
agua que sacia la sed de mis raíces
torrente desbravado que me arrastra
sol que me abrasa, luz que me ilumina.
Hombre, firme y tierno, ardiente y refrescante
sonrisa franca que endulza la mentira,
embustero, procaz, enredador, sincero
soplo de brisa barriendo la calima.
Hombre, huracán, terremoto, galerna
volcán de vida que vierte en mí su lava
y transforma mis plácidas colinas
en cumbres procelosas y enceladas.
Hombre frutal que se funde en mi boca
que me inunda con la miel de sus aromas,
brazos de acero y muslos de alabastro
que me cercan, me sitian y me asaltan
Hombre fugaz que se convierte en niño
en el cálido asilo de mis pechos
que retorna a mi vientre derrotado
y en él deja la espada y la armadura
Hombre inmortal que en mi sexo renace
como lázaro, en cada madrugada
que me teme, me engaña y me posee
pero sin mi se pierde y se desgrana.
SHEMIRRAMIS
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