El repaso del álbum de fotos que atesora Muamar Gadafi junto a los líderes de las grandes potencias europeas, y también de España, resulta en verdad estomagante. De Nicolas Sarkozy a Tony Blair, de Silvio Berlusconi a Gerhard Schröder, de José María Aznar a José Luis Rodríguez Zapatero... Todos, en un momento u otro, han rendido pleitesía a este demente que ahora pregona sus desvaríos en televisión mientras, acorralado por la revuelta popular, acaudilla un genocidio para liquidar a la insurgencia.
Henry Kissinger, ideólogo de la vigente diplomacia estadounidense, acuñó una doctrina que ni siquiera el celebrado Barack Obama se ha propuesto alterar: EEUU no tiene aliados, sólo intereses. La misma máxima ha inspirado siempre a los gobiernos europeos: la dependencia del petróleo libio les ha llevado a pasar por alto las tropelías del excéntrico dictador, e incluso las Naciones Unidas acabaron por levantar las sanciones impuestas al régimen libio por los atentados de Lockerbie y Berlín. Impera la realpolitik o, si se prefiere, el crudo realismo.
A nadie debe extrañar, por tanto, que Bruselas y Washington se hayan movido con tanta cautela tras el estallido de la revolución libia, e incluso después de que Gadafi empezara a reprimir a su pueblo a sangre y fuego. Tal vez esperaban a que la guerra civil concluyera para luego poder aliarse con el vencedor.
Pero sería injusto censurar sin más a los gobiernos occidentales por su silencio cómplice con las cleptocracias árabes, obedeciera este a intereses geoestratégicos (Egipto) o solo económicos (la necesidad de mantener estable el precio del petróleo). También los ciudadanos de a pie debemos mirarnos al espejo y admitir la cruda realidad: que nuestros gobernantes han hecho exactamente lo que esperábamos de ellos.
El precio de la libertad
No era ningún secreto que los pueblos árabes estaban en manos de sátrapas sin escrúpulos, pero aquí solo nos dolían los excesos de Israel con los pobres palestinos. A cambio de liberar a tantos oprimidos, ¿aceptaríamos pagar el doble por llenar el depósito o por la factura del gas?
Enric Hernàndez
A nadie debe extrañar, por tanto, que Bruselas y Washington se hayan movido con tanta cautela tras el estallido de la revolución libia, e incluso después de que Gadafi empezara a reprimir a su pueblo a sangre y fuego. Tal vez esperaban a que la guerra civil concluyera para luego poder aliarse con el vencedor.
Pero sería injusto censurar sin más a los gobiernos occidentales por su silencio cómplice con las cleptocracias árabes, obedeciera este a intereses geoestratégicos (Egipto) o solo económicos (la necesidad de mantener estable el precio del petróleo). También los ciudadanos de a pie debemos mirarnos al espejo y admitir la cruda realidad: que nuestros gobernantes han hecho exactamente lo que esperábamos de ellos.
El precio de la libertad
No era ningún secreto que los pueblos árabes estaban en manos de sátrapas sin escrúpulos, pero aquí solo nos dolían los excesos de Israel con los pobres palestinos. A cambio de liberar a tantos oprimidos, ¿aceptaríamos pagar el doble por llenar el depósito o por la factura del gas?
Enric Hernàndez
No hay comentarios:
Publicar un comentario