Emma Riverola Escritora
Después de 15 años en la élite, el gimnasta catalán Gervasio Deferr, Gervi, ha anunciado su retirada porque no concibe la idea de competir sin ganar. Su sinceridad es una estocada limpia y directa a la generosa concepción del deporte de barón Pierre de Coubertin: lo importante es participar.
Perder. La palabra maldita, el escenario que nos eriza la piel. Desde que nacemos estamos programados para ganar y, de hecho, nos pasamos la vida intentándolo. Conseguir un amor, una familia, un buen empleo, un hogar. Gobernamos nuestra vida con ánimo de conquistador. Más reconocimiento. Más dinero. Más poder. Más y más. Hasta que un día, empezamos a enfrentarnos a los menos. Un amor que se apaga. Un despido. Un móvil que no suena. Y nuestro cuerpo, ese que un día fue joven, empieza a dibujar el paso del tiempo y nos coloca frente a frente con nuestro declive.
Los años nos convierten en supervivientes de nuestra propia existencia y la vida acaba reservando la corona de laurel al que sabe afrontar la pérdida. Vale la pena arriesgar. Aunque sea para perder. Aunque sea para detenerse justo antes de caer al abismo y, enarbolando la bandera de la rendición, mirar todo lo ganado y sonreír a los fieles compañeros de cuita. Al fin y al cabo, siguiendo con los principios olímpicos, lo esencial en la vida no es vencer, sino luchar bien. Y prepararse para la próxima batalla.
Los años nos convierten en supervivientes de nuestra propia existencia y la vida acaba reservando la corona de laurel al que sabe afrontar la pérdida. Vale la pena arriesgar. Aunque sea para perder. Aunque sea para detenerse justo antes de caer al abismo y, enarbolando la bandera de la rendición, mirar todo lo ganado y sonreír a los fieles compañeros de cuita. Al fin y al cabo, siguiendo con los principios olímpicos, lo esencial en la vida no es vencer, sino luchar bien. Y prepararse para la próxima batalla.
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