Foto: Ana Jiménez
Siesta para chinos
La doctora Thomas, pionera en hacer de la ética el núcleo de la eficiencia empresarial, me confiesa su admiración por la vocación de trabajo de los directivos chinos: ¿Se levantan horas antes para estudiar y toman notas sin cesar. Mientras, veo a occidentales dormitar en clase, cuando no encuentran una excusa para irse de shopping¿. Le sugiero que, para equilibrar la balanza comercial, exportemos a China la siesta, el fútbol y los sindicatos. Ríe la broma, pero la transforma en un sabio consejo para nuestros exportadores: ¿A los asiáticos no hay que decirles nunca lo que tienen que hacer, porque les ofende. Enséñeles lo que hace usted y ellos adaptarán lo mejor a su modo y a su ritmo¿.¿Primera conclusión?
Que existen muchos códigos, leyes, reglamentos, cartas de principios..., pero muy pocos incentivos para la conducta ética.
¿Qué propone?
Propusimos –y el Gobierno aceptó– que en el contrato de los funcionarios británicos figure de forma vinculante el código ético. Pedimos a los bancos que hicieran lo mismo con los contratos de sus directivos.
Lo de los bancos lo veo más difícil.
Queremos que, en vez de asegurar los bonus en los contratos, obliguen a cumplir el código ético a los banqueros, para hacer así de su incumplimiento causa objetiva de despido.
¿Y lo van aceptando?
Tendrán que aceptarlo si quieren ser eficientes. Las proclamaciones éticas deben ser exigidas puntualmente a todos los profesionales con responsabilidad como lo que son: el requisito para la confianza que requiere cualquier actividad productiva.
Pues hay banqueros británicos cobrando bonus con el dinero del contribuyente.
¿Sabe por qué un directivo que ha llevado su banco a la bancarrota por su avaricia hasta hacerse multimillonario ha cobrado después primas astronómicas?
Además, pagadas por el contribuyente.
Pues ha sido posible porque ese bonus, aunque no sea en absoluto ético, no sólo es legal: es obligatorio, porque estaba estipulado en sus contratos. Ahora tratamos de poner la legalidad del lado de la ética, de forma que los contratos dejen de amparar una flagrante falta de ética para convertirse en garantes de la buena conducta de los directivos.
Me temo que muchos contratos se los hacen los directivos entre ellos.
Algo de eso hay, porque cuando el Gobierno intenta legislar e implementar regulación para que los directivos no puedan cobrar bonus tras una mala gestión, suelen argüir que, si no ofrecen esos bonus, los mejores directivos se van a otros bancos extranjeros.
En el fondo son unos patriotas.
No lo sabe usted bien: cuando el Gobierno británico intentó frenar el cobro de bonus a los directivos de uno de los mayores bancos del planeta, el HSBC..., ¿sabe qué hicieron?
¿...?
¡Amenazaron con llevarse su sede con los empleos de Londres a otro país!
¿Podríamos denominarlo chantaje?
Respecto a lo de que, si no pagan bonus, los directivos se van, sólo le responderé que en otros muchos sectores con gran competencia internacional no se pagan esas primas... Y mucho menos tras una mala gestión. ¿Por qué hay que permitírselo sólo a los financieros?
También hay banqueros éticos.
Y algunos han pagado un alto precio por serlo en un entorno de aprovechados. Colaboró con nosotros, por ejemplo, un directivo del Halifax Bank of Scotland que trató de frenar al consejo del banco para salvar la entidad cuando la embarcaron en su avariciosa y loca carrera especulativa...
¡Bravo!
... Pero ante sus admoniciones lo despidieron, porque querían seguir ganando comisiones y bonus. Su caso aún está en los tribunales. Otro banquero, Siegmund Warburg...
Una dinastía mítica de financieros.
... Estableció un código ético financiero aún vigente que apunta que “la reputación de un banco es un organismo vivo que puede dañarse muy fácilmente y debe supervisarse continuamente, por eso el mayor activo de una entidad financiera es su honestidad”.
Es el núcleo del negocio.
Y nuestro argumento definitivo: la ética y la responsabilidad corporativa no es cuestión de buena voluntad, moral o religión, sino la esencia de la competitividad.
Los países más corruptos suelen ser también los más ineficientes, y viceversa.
La paradoja es que se puede ser corrupto sin ser ilegal. Tal vez sir Fred Goodwin, ex presidente del Royal Bank of Scotland, no infringiera la ley al retirarse con una indemnización de 2,7 millones de libras y una pensión anual de 342.000 poco antes de que su banco declarara la mayor quiebra de la historia británica...
Era un proceder legal, pero no ético.
Por eso insistimos a quienes dependen de la honradez de un directivo: “No espere que nadie sea ético. Exíjaselo por contrato”.
No sé si será efectivo, pero es más vinculante que la buena voluntad.
También hay que edificar los valores, desde luego. Estamos intentando que las escuelas de negocios requieran en la graduación un juramento parecido al hipocrático de los médicos, con el que los financieros se comprometan a observar un código ético.
Al menos sería un bonito rito.
Y confiamos todavía más en que los inversores y accionistas fiscalicen la conducta de los directivos de las empresas en las que depositan su confianza.
Accionista: criatura fácil de engañar.
Sólo si se deja. Antes de invertir ni un penique en una empresa, debería estudiar la biografía de los directivos a los que confía sus ahorros.
Aumentaría la eficiencia del mercado.
Es el núcleo de mi trabajo en Business ethics: no es suficiente con confiar en que alguien va a ser ético; convirtamos la falta de ética en un mal negocio.
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