jueves, 16 de diciembre de 2010

Matanza a las 9


 
Emma Riverola Escritora
  Antes de las 9 de ayer, un trabajador de la construcción de 57 años era un hombre desesperado. Después de cinco meses sin cobrar y con un padre anciano a su cargo, los amos de la empresa donde trabajaba le acababan de anunciar el despido. Ahogado por las deudas, se había apresurado a cobrar unos atrasos salariales. La caja le confirmó la estocada: el talón carecía de fondos. Antes de las 9, Pere Puig Puntí era una víctima. Una más del rosario de víctimas de esta maldita crisis que no cesa de golpear a nuestra sociedad de cristal.

Y a las 9, la víctima enloquecida se convirtió en verdugo y el horror nos borró la conmiseración, la comprensión y hasta las palabras.
A partir de las 9, un hombre nos ha hecho sentir un poco más frágiles, un poco más temerosos. Miramos el vidrio que nos separa del abismo y nos preguntamos cuánto será capaz de soportar sin quebrarse. Los mazazos de la injusticia están empezando a levantar esquirlas, fragmentos tan afilados que provocan los aullidos de los más desesperados, la locura de los más vulnerables.
Ayer, a las 9, el cristal se tiñó de sangre, dolor y angustia. Hoy miramos la superficie y caminamos sobre ella con paso inseguro, medroso. Da miedo pensar que un añico pueda alcanzarnos y herirnos. Pero, más aún, estremece imaginar que podemos convertirnos en un filo hiriente e injusto. Letal.

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