La vida es algo extraño; aquella noche ella y yo caminábamos, siguiendo el curso de un río, por el fondo de una garganta. Hacía mucho tiempo que había oscurecido y el brillo de la luna teñía de un color plateado la parte alta de los acantilados. A nuestro alrededor, en el fondo de la garganta, todo era oscuridad. El aire olía a hierba, a bosque y a humedad, y un silencio absoluto cargaba el ambiente de misterio. Mirábamos al cielo sin hablar. Sirio nos contemplaba.
De repente todo se iluminó y una estrella fugaz enorme, inmensa, tal vez un meteorito, cruzó el cielo frente a nosotros dejando un rastro de luz impresionante. Yo nunca había visto nada igual. Cuando todo pasó y el cielo quedó a oscuras de nuevo, nos abrazamos y nos dimos un beso. Nos sentíamos pequeños y un poco vulnerables en medio de todo aquello.
La vida es algo extraño. Los dos éramos felices. Al doblar un recodo del camino un animal huyó entre la vegetación y al mismo tiempo se oyó gruñir a otro muy cerca. Los gruñidos eran muy fuertes. Sonaba como si un animal enorme estuviera atacando a un jabalí. Las paredes de piedra del cañón amplificaban los sonidos y toda aquella oscuridad se llenó con el ruido de sus gruñidos. Ella se apretó contra mí. De pronto hacía frío. Algo se abrió paso entre las copas de los árboles, tal vez una rapaz que alzaba el vuelo. Por el sonido debía tener un tamaño considerable. La oímos alejarse conteniendo la respiración. Luego, todo el ruido cesó de pronto, y volvió el silencio. Nos detuvimos a escuchar durante un rato. Nos sentíamos observados por multitud de ojos. Yo pensaba si habría perros asilvestrados por allí o cualquier otra cosa que pudiera ponernos en peligro. Ella se agarraba muy fuerte a mi brazo. “Si ves perros, o un jabalí, no des ni una sola muestra de miedo”, le dije, susurrando.
La vida es algo extraño; seguimos caminando. Poco a poco regresamos a la seguridad de alguna carretera que nos llevaría hasta un pueblo y, poco a poco, fuimos dejando aquel cañón atrás. Nos relajamos. Cruzamos el río por un puente de piedra. El tiempo de la vida transcurría. Yo la tenía a ella y ella me tenía a mí. Las estrellas cubrían el cielo y yo podía sentir en cada poro de mi piel como, a cada instante, nacían y morían mundos, mientras nosotros dos caminábamos cogidos de la mano por esa carretera. Vivir era algo fascinante. Éramos muy felices, tan felices como puedan llegar a serlo dos pequeños seres humanos que tratan de sobrevivir al caos de todo este mundo tan nuestro.
3 comentarios:
No lo he leído pero sólo ya la fuente elegida es digna de mención: horrible.
Y además en el link pone extra-ano. Jejejeje.
yo tambein tengo un blog en el cual escribo este tipo de cosas, aunque fue muy corto me gusto lo que escribiste, y me gustaria si no es mucho pedir, lo amplifiques, como muchas personas, seguro este blog, ya no tiene dueño, te pido que por favor si pensas alargar el cuento me avisees, se ve interesante mi blog es: www.camilapini2.blogspot.com
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