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lunes, 4 de octubre de 2010
El odio y la furia del joven Loquillo
La actitud también cuenta. Eso lo sabe bien José María Sanz -alias Loquillo- que coge el teléfono y, antes de que nadie diga nada, suelta: "Me alegro de que me haga esa pregunta". Se adivina una sonrisa al otro lado de la línea. El hombre que puso voz a himnos generacionales como Cadillac Solitario se encuentra en un coche junto a su amigo Jordi García, el hombre que le acompañó y retrató en bares, conciertos y sesiones de foto. Eran los años setenta, El Loco no había alcanzado la mayoría de edad y vivía intensamente un periodo de "libertad absoluta" que ahora reivindica la exposición Barcelona Rock & Roll 1979, primeros acordes de Loquillo, presente en galería Signo's 5 (Santander). A treinta kilómetros de allí, en el Relaix & Chateau San Román der Escalante, también se pueden ver algunas imágenes. Se trata de un material hasta ahora inédito. "Ni Loquillo había visto muchas de ellas", comenta el autor.
El origen de esta muestra, que la organización quiere llevar a otras comunidades, es la publicación de Barcelona Ciudad, un libro en el que el cantante revive aquellos años. "Es lógico que se repase un momento crucial. La Barcelona de mitad de los 70 fue el embrión de lo que luego surgió en Madrid y en otros sitios. Tenemos muy presente la movida madrileña, pero de este momento aún no se había hablado", comenta El Loco, con el aplomo que le caracteriza.
Las imágenes constatan lo que ya sabían los que acudían a los conciertos de los Intocables o Trogloditas: que este chico salido del barrio del Clot no era de los que se quedaban en un esquina del escenario, intentando pasar desapercibido. "Yo fui un testigo, un adolescente que descubría la vida a través del rock and roll", explica hoy este catalán de 49 años de edad (más de 30 dedicado a la música), que entonces ya peinaba tupé. Las 40 imágenes de esta selección permiten ver como la influencia de varios géneros como el rockabilly se iban reflejando en su estilo "Rocker, Teddy boy y punk", tal como enumera él mismo. El trabajo de Jordi García le inmortaliza peinándose junto a la barra del Georgia o posando junto a otros músicos tantas veces reivindicados como Carlos Segarra, de Los Rebeldes.
¿Qué queda de aquel Loquillo en blanco y negro? Como corresponde a una estrella, él tiene una respuesta elegante para todo. "Entonces me movía el odio y la furia. Después de tanto tiempo, el odio se ha ido... pero la furia queda", apunta, con un punto de teatralidad. Subrayar la importancia de aquella época no implica convertirse en un abuelo cebolleta: "No tiene sentido comparar la juventud de entonces con la de ahora. Los que hacen eso es se están volviendo viejos". Eso, de momento, no entra en sus planes.
RICARDO GRANDE
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