Cuando no estamos conformes con algo debemos quejarnos, eso está bien. El problema es que no sabemos quejarnos o que simplemente nos quedamos en la queja fácil, o tenemos miedo, ese que nos han enseñado a tener de pequeños y ese que nos hace tragarnos todo sin rechistar.
Cuando éramos pequeños nos quejábamos mucho mejor, los problemas vistos desde el punto de vista de un adulto eran insignificantes, pero cuando con cinco años nuestra madre nos obligaba a comernos las habichuelas, al menos resistíamos sin comer hasta la hora de la cena, momento en el cual una pasta fría de legumbres semiespachurradas de tanto revolver con la cuchara por aburrimiento, entraba cucharada a cucharada en el estómago porque no podíamos resistir más. Pero al menos, resistíamos un rato, nos revelábamos contra lo que no queríamos, aunque fuesen unas simples habichuelas.
Ahora, no estamos contentos con nuestro trabajo, creemos que nos explotan y se lo gritamos puño en alto a nuestros amigos, nuestra pareja, nuestros padres… nos quejamos una y otra vez, lloriqueamos, lo escribimos en la red social de turno… pero no somos capaces de mover un pelo por solucionar el asunto. (Siempre hay cosas mucho más importantes como el estar atento al televisor para que un pulpo adivine que equipo va a ganar un mundial de fútbol)
Una crisis, como otra cualquiera, aunque más mediática esta vez , nos ha sobrevenido, y despotricamos, nos vamos al bar a gritar qué le diría yo a todos los políticos, esa panda de ineptos que nos gobiernan, que nos han llevado a la crisis, ¡malditos incompetentes!
Y no voy a ser yo quien diga que culpa no tienen los que dirigen el país, los países, las organizaciones mundiales, las multinacionales y toda esta parafernalia de dirigentes que uno ya no sabe quien dirige qué o a quien… Sin embargo, no porque todos estos señores entrajetados no hagan bien su trabajo, estamos el resto salvados de culpa.
Tenemos una crisis que nos merecemos, porque hemos querido vivir por encima de nuestras posibilidades, y de las posibilidades que nos brinda el planeta.
Porque el homo sapiens de esta parte del mundo ha pasado a ser el homo consumus y hemos dejado un poco de lado aquello de “sapiens sapiens”. Porque necesitamos un montón de cosas innecesarias, necesitamos un montón de cosas sólo para que el resto vean que las tenemos, porque si por ejemplo, nuestra herramienta de trabajo es un coche y podemos comprarnos uno que vale 100 nos compramos uno que vale 500. Porque vivimos en una sociedad en la que importa más lo que se ve de nosotros que lo que realmente somos.
Y después de todo esto el último “porque”, porque no estamos conformes con la manera de solucionar los problemas y no somos capaces de plantar cara, no somos capaces de manifestarnos para luchar por lo que creemos, no somos capaces de vivir de acuerdo a nuestras posibilidades, no somos capaces de pararnos a pensar qué realmente necesitamos y qué no necesitamos, no somos capaces de reducir nuestro consumo.
No os preocupéis, la crisis terminará… y luego vendrá otra, y tal vez otra y así hasta que reviente la cosa por algún lado. Si no somos capaces de cambiar, esto es lo que nos toca. La mecha está encendida desde hace tiempo.
http://www.canalsolidario.org/noticia/no-sabemos-rebelarnos/24203
Yo creo que las crisis provocan cambios que pueden modificar el curso de los acontecimientos usuales
ResponderEliminarTambién opino que algunas medidas que se vayan tomando en relación a la crisis pueden llegar a ser implantes de nuevas formas de administración "social" sin retroceso e incluso en evolución
Cualquier cambio tendría que comenzar por uno mismo pues si uno está centrado ve mas claro el panorama