De un tiempo a esta parte todo son lamentos por los recortes en subsidios y pensiones, el dedo acusador señala al gobierno y los sindicatos preparan una huelga general, pero ¿nos hemos parado a pensar que parte de culpa tenemos nosotros como ciudadanos y como consumidores?.
Nuestros hábitos de consumo nos empujan a comprar lo más barato, no paramos a analizar donde y en qué condiciones ha sido fabricado. Hace unos años en España había una floreciente industria de electrodomésticos y productos manufacturados que daban empleo a cientos de miles de personas. Con la llegada de los productos importados de extremo oriente, este sector entró en crisis, el consumidor español se lanzo en tromba a la compra de productos de inferior calidad, pero mucho más baratos. Nadie se planteaba que esos bajos costes se conseguían a base de la explotación de niños y adultos sin ningún tipo de protección social. Pero claro, eso no era nuestro problema, la cuestión era comprar más y más barato.
En unos años nuestras calles se han llenado de establecimientos donde se venden productos de ínfima calidad a precios de saldo, algunos hablan de “invasión”, pero lo cierto es que si llegan es porque venden, y venden mucho.
Nuestra industria, con una carga impositiva y social mucho más alta, no puede competir con estas gangas y se producen despidos en masa y cierres de factorías, los ingresos de la seguridad social descienden a la vez que aumentan vertiginosamente los subsidios de paro.
La competencia se debe ejercer en igualdad de condiciones, y la industria nacional no puede competir contra países donde las cargas sociales y fiscales casi no existen.
Los sindicatos, en lugar de patalear y acusar al gobierno, deberían mentalizar a los trabajadores que comprar productos fabricados en estos países, es pan para hoy y hambre para mañana, y el hambre ya está llegando.
O nos replanteamos hoy mismo nuestros hábitos de compra o en poco tiempo no quedará en el país ni una multinacional ni una empresa española que pueda hacer frente a esta competencia desleal. Cuando el estado no pueda cubrir los subsidios de paro y el tejido industrial haya desaparecido, será el llanto y crujir de diente, pero entonces será demasiado tarde.
JUANMAROMO
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