Los trapos sucios de la guerra de Afganistán publicados el lunes por tres cabeceras de difusión internacional, gracias a la información reunida por la web WikiLeaks, eran básicamente conocidos, pero tienen el enorme valor de proceder del Pentágono. Es decir, confirman que Estados Unidos oculta desde el 2004 información que, lisa y llanamente, no hace otra cosa que ratificar la desastrosa gestión del conflicto afgano con su correlato de víctimas civiles, corrupción rampante y doble juego en el frente paquistaní. Nada que no se supiera, pero que Estados Unidos y sus aliados –con grados de implicación muy diferentes– quisieron mantener en secreto.
Para los sistemas democráticos, cada vez más condicionados por la opacidad del poder, la filtración tiene efectos regeneradores. La quiebra de la seguridad nacional invocada por el Gobierno estadounidense, en cambio, es poco convincente: confirmar a la opinión pública lo que todo el mundo intuía no pone en riesgo nada que no lo estuviera antes.
El Periódico de Catalunya
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