Bikram Choudhury, yogui
IMA SANCHÍS - 19/07/2010
Nunca recuerdo mi edad. Nací en Calcuta y vivo Beverly Hills. Casado, tengo dos hijos. He tenido como alumnos a Nixon, Reagan, Kennedy, Clinton, Indira Gandhi, Nehru. Estoy con los demócratas. La religión es control, no creo en ella. El cuerpo es el templo del espíritu
Cuando era niño mi gurú me enterraba bajo tierra durante diez días.
¡Y qué más!
He sostenido sobre mi pecho a un elefante. Y he levitado, hay vídeos sobre ello.
En todo caso, ¿para qué hacía eso?
El objetivo era recaudar fondos para la obra de la madre Teresa, a la que conocí de niño. Empecé a practicar yoga a los tres años.
Aun así...
Los yoguis tenemos poderes que la gente normal no ha desarrollado. Se puede vivir durante un tiempo sin respirar, comer ni beber. Mi maestro era Bishnu Ghosh, el culturista más célebre de aquella época. Médico, ingeniero, atleta, poeta, filósofo y abogado; el hermano pequeño de Paramhansa Yogananda, autor de Autobiografía de un yogui.
Aun así...
Me golpeó como un martillo toda mi vida para que nadie pudiera hacerme ni un rasguño en el cuerpo, la mente o el alma. Hizo que me volviera resistente a todo: al frío, al calor, a las emociones, al sexo y al dinero.
... Pues tiene un garaje lleno de Bentley y Rolls-Royce.
Cierto, me fascinan los coches, pero se trata de vehículos de segunda mano que he comprado como chatarra y que he arreglado con mis propias manos. Dirigía mi primera escuela de yoga y simultáneamente trabajaba en un garaje de reparaciones.
¿Es usted mecánico?
Sí, de coches y de cuerpos. La práctica del hatha yoga, de mi serie de 26 posturas y dos ejercicios de respiración, convierte un humano chatarra en un Rolls-Royce: arregla el chasis, recarga las baterías, equilibra los transmisores y afina los motores.
¿Cómo llegó a esa serie?
A los 13 años fui el atleta más joven que jamás ganó el Campeonato Indio de Asanas de Yoga, y lo gané durante tres años consecutivos. También conseguí récords como levantador de pesas hasta el día que un peso de 200 kg me pulverizó una rodilla. Los médicos me dijeron que no volvería a caminar.
¿Milagro?
Efectivamente. Me fui cojeando hasta mi gurú y él me recuperó. Fue tal el milagro que decidí ser profesor de yoga, ya no me moví de su lado. Cuando mi maestro trataba a un paciente, le decía lo que tenía que comer y las posturas que debía ejercitar para curar su dolencia: riñones, columna, diabetes, corazón, tiroides, artritis. Era la tradición.
¿Tradición que usted cambió?
Mi gurú me envió a Bombay a tratar pacientes y pensé que si podía enseñar en grupo las posturas correctas en el orden correcto, podría tratar a mucha gente. Así creé mi método. Me hice famosísimo. En 1959 vino George Harrison, en 1960 Shirley MacLaine, para pedirme que fuera a Hollywood.
Y se fue.
Todavía no. En 1970 mi maestro me envió a abrir una escuela en Tokio, trabajaba los siete días de la semana y me convertí rápidamente en una superestrella. Enseñaba yoga a la familia imperial.
No me los imagino haciendo la postura del conejo a 40 grados.
Traté a la sobrina de Hirohito, que tenía un cáncer de huesos, se había sometido a dos operaciones y estuvo 16 años en la cama. Tras ocho meses ya había abandonado la silla de ruedas. Con ella fui a Honolulu.
Buen sitio...
Allí curé de una trombosis cerebral al primer ministro, Kakuei Tanaka, que le habló de mí al presidente Richard Nixon. Nixon sufría una trombosis en la pierna izquierda. Lo conocí en la cama con un dolor atroz.
Cuénteme qué le hizo.
Lo metí en la bañera con sales de Epsom, le suministré un tratamiento hidropático, es decir: yoga en una bañera. Al cuarto día estaba bien. Al despedirse, me dio un sobre que cambió mi vida.
¿Qué había en el sobre?
El permiso que nunca había solicitado para residir en EE. UU. En 1973 abrí mi escuela en LosÁngelescon la ayuda de Shirley Mac-Laine. Al principio no quería cobrar a mis alumnos, ya que un verdadero yogui no recibe dinero de sus alumnos. Yo nunca pagué a mi maestro, pero le fregué los suelos.
¿Ya se ha vuelto occidental?
Fue ella la que me informó y me convenció de que allí no funcionaban las cosas de esa manera. Actualmente hay más de dos mil escuelas de Bikram yoga en el mundo. He colaborado en un proyecto de la Universidad de Tokio, patrocinado por la ONU, que demuestra que el yoga regenera los tejidos y cura enfermedades crónicas.
¿Y es necesario hacerlo a 40 grados?
Eso como mínimo; cuanto más calor, mejor. ¿Y sabe por qué inflijo esa tortura?
Prefiero no especular.
Para que sean más felices. Para convertir un trozo de hierro en una hermosa espada, un herrero utiliza el calor: así forjo mentes y cuerpos de acero.
Bueno, bueno...
El yoga modifica el cuerpo del interior al exterior, desde los huesos hasta la piel. Para conseguirlo, primero tienes que calentar el cuerpo, ablandarlo: un cuerpo caliente es un cuerpo flexible. Además, el calor permite hacer flexiones y estiramientos con el menor riesgo de daño y elimina toxinas. Pero déjeme advertirle:
...
Hacer algo correcto al 99% significa hacerlo mal al 100%.
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