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miércoles, 28 de julio de 2010

¡BIENVENIDA MAR!

 

Joan Barril

Acabas de nacer y te van a llamar Mar, tal vez porque el mar no conoce fronteras y después de un mar visible hay muchos otros mares que ni siquiera intuimos. Todavía hay gente que piensa que tener hijos no es justo para los hijos. Aducen que traer hijos a este mundo no es la mejor manera de congraciarnos con la especie. «Traer hijos al mundo, con lo mal que está el mundo, no es una fiesta sino una mala decisión». Una vez más se asiste a la idea de que el mundo está demasiado mal para que tú quepas en él. Habíamos previsto cochecitos y cucos, pañales desechables y colegios perfectos. Pero el mundo ya no es cosa nuestra. Alguien lo estropeó y tú ¿pequeño ser¿ no has hecho nada malo para merecer habitar en él.

Eso dicen, Mar. Y tu vida no va a ser muy distinta, siempre entre optimistas y apocalípticos. Algún día ¿si el papel resiste unos cuantos años¿ recordarás estos momentos iniciales de tu vida y te preguntarás si tu presencia en el mundo hizo al mundo mejor. Acabas de nacer y algunos te dirán que ya éramos demasiados. Otros te celebrarán porque eres de los nuestros y no de los intrusos. En ciertos casos incluso querrán demostrarte que la vida del futuro depende de ti y que es más noble nacer en una cuna de un hospital público que no en una patera en medio del Estrecho.

Y es cierto que el mundo es mejorable, Mar, es cierto que no todos somos iguales, y que tal vez no conviene que seamos demasiado iguales. Pero para eso estás tú, Mar, para no creerte lo que cuentan en la tele, para dudar de las verdades excesivas, para no vestirte con los uniformes de los uniformes. Nacer es hoy una apuesta: nos lo jugamos todo a nuestro nombre pero luego es la sociedad la que apuesta contra lo que queremos ser. Te llamarán rebelde por estar demasiado sola y te tildarán de excéntrica cuando el centro te dé náuseas. No es fácil crecer en un mundo que decrece. Naces en la seguridad del Estado y hasta los estados dudan de sí mismos.

Contrariamente a lo que dijo el poeta, jamás desearás no haber nacido aunque algún día te sientas vacía y sola. Tendrás amigos y tendrás amor. Y vivirás en las pequeñas cosas como esta carta de bienvenida que no es manual de instrucciones sino bautizo de ciudadanía. Has nacido mujer pero pronto te verás como una esponja que absorbe tu nombre y lo expulsa para metabolizar demasiados siglos de civilización. Has traído tu vida hasta aquí para enterrarnos a los que un día decidimos abrirte paso a las avenidas de la luz y los senderos de la confusión. Nunca creas que fuimos mejores que tú ni que tú eres mejor que nadie. Algún día te encontrarás con las estadísticas y tú estarás allí, entre las cifras, como una entre muchas, marchando sin duda hacia el progreso. Pero no olvides nunca que venimos de la barbarie y que todavía hoy hay gente como tú en algún lugar del planeta que va a por agua y que solo encuentra sangre. Para eso estamos aquí tal vez. Para romper la creencia de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Porque sencillamente no lo fue y no has llegado aquí para repetir los errores de la tribu ni para exaltar la diferencia ni para envolverte con banderas que solo ocultan la desnudez del abanderado. Vive con la felicidad de no necesitar saber que estás viviendo y limítate a honrar a tus antecesores porque de ellos fueron los sueños que estás a punto de habitar.

Claro que vale la pena nacer en un 27 de julio, cuando el mundo se está buscando y has aparecido tú, pequeña y ávida mujer, para encontrarnos.

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