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martes, 25 de mayo de 2010

TODOS SOMOAS BUSCAVIDAS

 
JOAN BARRIL
A veces basta una sola palabra para llevarnos a la reflexión. ¿Y dónde se buscan las palabras? A veces se cazan al vuelo entre las multitudes, otras llegan volando por los patios de luces. Pero es indudable que los mejores nidos de palabras son los periódicos. Y ayer, en este mismo periódico, un titular me reconcilió con el lenguaje y me reafirmó en el poder descriptivo de palabras que no necesitan ser consultadas en ningún diccionario. El títular decía: Los buscavidas ocupan las playas ante la ausencia de control. Desde Paul Newman no había visto escrita la palabra buscavidas. A primera vista parecería que los buscavidas fueran la hez de la sociedad. Con la manía denunciadora y prohibicionista que últimamente marca las agendas de los políticos ociosos, es evidente que un buscavidas es un personaje perseguible. De ahí esa definición de los buscavidas como ocupantes de un espacio público al que todos, menos los buscavidas, tienen derecho. De ahí también esa apelación a la falta de control: el buscavidas controlado sería más cómodo, pero dejaría de ser un buscavidas.
La palabra buscavidas intenta estigmatizar a unos cuantos con la falacia de dignificar a la mayoría. En realidad, todos somos buscavidas. Todos hemos trabajado en algo que no nos satisfacía. Todos hemos aguantado precisamente para mantener la vida. Esos buscavidas playeros son la base de la civilización y el comercio. En tiempos primitivos, la relación entre los miembros de la especie humana se basaba en la oferta de aquello que algunos tenían hacia aquellos que solo sentían la necesidad de la demanda. Una canción callejera siempre provoca una cierta atención de los oyentes. Esa lata de cerveza cubre la sed de los bares cerrados. Esos pendientes de materiales baratos son a veces el más preciado de los regalos. Los buscavidas sin título ni NIF son perseguidos, pero ¿acaso no son buscavidas los especuladores de la bolsa? ¿No se buscan la vida los paquistanís que nos venden siempre las mismas rosas en los restaurantes? ¿Acaso esos intermediarios entre ayuntamientos y constructores no empezaron buscándose la vida hasta que cruzaron la línea del delito? Buscavidas es el mendigo que solo puede ofrecer la capacidad de alquilar la compasión del que más tiene. Pero también es un buscavidas el que cambia de camisa política en función de las encuestas. En tiempos de crisis, la vida se busca, porque se acabó el sueño de que una vida mejor nos va a salir al encuentro. Hay lo que hay. Y lo que hay es menos y más difícil de lo que estábamos acostumbrados a ver.
Buscar la vida es un deseo natural de prolongarla. Pero llevamos en la mochila mucho lastre para buscar vidas nuevas en las playas. Ya no seríamos capaces de emigrar ni de reinventarnos. El mundo se divide hoy en buscavidas cansados y en buscavidas que finalmente encuentran. Y a esos se les debe someter a un severo control para que en su afán de buscar vidas nuevas no devoren la nuestra.
La crisis aporta nuevos valores. Son valores de valor escaso. Valores viejos que nunca se habían visto tan descarnados. Cuando las administraciones se fijan más en reprimir al pobre que en controlar al poderoso es señal de que los buscavidas jamás la alcanzarán, porque la vida ya está muy repartida y mal repartida. La segunda mitad del siglo XX se caracterizó por consolidar la clase media y cohesionar mal que bien a la sociedad. Hoy las costuras empiezan a romperse. La fractura se amplía. La vida se hace difícil, pero vivimos.

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