La fibromialgia es una enfermedad cruel y traidora, ataca tus cimientos
mina tu energía, socaba tu autoestima.
Los familiares no te entienden, los amigos te abandonan, nadie que no ha convivido con una enferma de fibromialgia sabe el sufrimiento que conlleva, por eso quiero resumir en unas palabras, lo que supone coexistir a diario con este monstruo que te devora.
Te levantas dos horas antes de lo que lo harías en circunstancias normales, tienes que hacer un esfuerzo sobrehumano para poner los pies en el suelo, vencer los dolores que te atenazan y reunir las fuerzas para levantarte. Estás casi ciega, debes ponerte unas gotas en los ojos para recuperar poco a poco la visión.
Empiezas la sesión de masajes para desentumecer la musculatura y poder comenzar la tanda de ejercicios que te ayudarán a recuperar la movilidad. La sesión delante del espejo para recuperar un aspecto saludable, nadie quiere verte con cara de agotamiento, y menos en el trabajo. Te duele todo el cuerpo, y a veces debes agárrate a las paredes para no caer, pero el trabajo te espera.
Sales a la calle, con lluvia o frio, y debes sortear miles de obstáculos con una movilidad reducida, andamios, bicicletas, coches sobre la acera. Y llega lo peor, el viaje en el metro.
Bajas las escaleras peldaño a peldaño con miedo a ser arrastrada por la corriente de gente que se precipita al anden, una vez allí corres el riesgo de ser arrojada a las vías, pues tu capacidad de reacción y de movimiento están muy disminuidas. Una vez en el vagón, te ves sometida a una sesión de tortura, frenazos, empujones, torsiones que dejan tu cuerpo maltrecho y dolorido, pero hay que seguir adelante. Llegas al trabajo y eres el blanco de las mirada y los murmullos, incluso alguna “amiga “ te dice “Nena, no sé como viene a trabajar con esa cara”,
Pero claro, el médico de familia no te concede la baja aunque no puedas ni moverte, llevas cuarenta años cotizando y si dejas de trabajar has perdido toda tu vida laboral y tu derecho a una pensión digna, solo te queda hacer como “El Lute”, Camina o revientas.
Por todo esto queremos manifestarnos, para exigir un trato humano por parte del colectivo médico, para reclamar una legislación laboral que contemple reducciones de jornada u jubilaciones anticipadas en unas condiciones aceptables, para que se nos reconozcan minusvalías y podamos acceder a las ventajas que conllevan. Y sobre todo para reivindicar que nuestra enfermedad es real, que no son “cosas de mujeres”, ni “son los nervios” ni somos unos gandules, hacemos lo que podemos y a veces mucho más a costa de enormes sacrificios hasta que el cuerpo se bloquea y entonces ya no podemos hacer nada.
Durante años hemos sido despreciados por los médicos del insalud
ignorados por el ministerio de asuntos sociales,
y tratados como delincuentes por los funcionarios del ICAM.
Hola. Cómo estáis.
ResponderEliminarSoy Mercé diagnosticada hace 20 años.Ahora tengo 65.
No creo que pueda desplazarme porque ando "un pelín oxidada".
Estoy con vosotros como lo he estado siempre en esta lucha.
Mercè