Confieso que he pecado de orgullo y de prepotencia. Confieso que he levantado falso testimonio, confieso que he enjuiciado y condenado sin pruebas. Confieso que he pedido cadena perpetua contra un inocente y confieso que he acusado a su esposa de cómplice y encubridora.
Confieso que me he dejado influenciar por la prensa sensacionalista, por unos médicos ineptos y negligentes que han dejado morir a una niña y han asesinado la dignidad de un hombre. Confieso que me he dejado arrastrar por la rabia y que he cometido un linchamiento moral contra un inocente, que me he indignado contra la madre cuando ella, con mucho más motivos y conocimientos, defendía a su marido.
Confieso que estoy avergonzado, indignado contra mí mismo que he caído en lo que tantas veces había criticado.
Prometo firmemente nunca más creerme a pies juntillas lo que dice la prensa, los dictámenes médicos, los tertulianos radiofónicos, los voceros de la verdad y sobre todo no condenar sin pruebas, no enjuiciar sin escuchar a ambas partes.
Pido perdón al padre de Aitana por el tremendo daño que he podido causarle y a su madre por todo el dolor con que he lacerado su corazón.
Me da igual que nada de esto fue publicado en ninguno de mis blogs, ni que apenas trascendiera de una conversación con Gloria, me da igual que ellos jamás sepan lo que he llegado a creer y a desear, pero yo sé que los malos deseos siempre se vuelven en contra de quien los engendra y que he sido cruel, injusto y vengativo.
Me avergüenzo de ser como soy y de hacer lo que he hecho, que ellos me perdonen, porque yo no se si podre perdonarme.
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