Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó. Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó.
Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó. Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde.
Hoy he dedicado el día e enviar cientos de correos a las administraciones públicas sobre las últimas noticias que circulan en relación a la política del INSS respecto a la fibromialgia, el SFC y el SSQM. Lo que es un hecho consumado desde siempre ahora, toma forma legal y reconocido por los mismos organismos que supuestamente son los garantes de nuestra salud.
No voy a entrar en detalles de sobras conocidos sobre los síntomas de estas enfermedades crónicas, voy a detenerme a analizar someramente la vertiente económica que conlleva la postura que la administración ha adoptado sobre estos enfermos.
Sé por experiencia, que las medicinas alternativas ejercidas por especialistas de prestigio, homeopatia, dietética, reiki o fisioterapia, son realmente eficaces contra esta enfermedad, permiten al paciente llevar una vida digna, aliviar los síntomas y proporcionar calidad de vida a estas personas que de otra manera se verían avocadas a los antiinflamatorios y antidepresivos que destrozan el cuerpo y la mente.
El problema surge cuando constatamos el coste de un tratamiento a largo plazo. Dado que la seguridad social no asume ninguno de estos fármacos ni proporciona fisioterapeutas especializados en la enfermedad, he calculado que el coste medio viene a ser de unos 400 euros/ mes. ¿Cuántas personas pueden sufragar este importe?.
Otro problema gravísimo es el que recae sobre las personas con vida laboral activa, las personas que no ejercen una actividad profesional, pueden descansar y relajarse en esos duros días en los que el cuerpo se niega a obedecerte, pero si tienes unos compromisos laborales o profesionales, la cosa se complica.
Estas enfermedades conllevan periodos de total inhabilitación para llevar una vida activa, si el paciente debe asistir al trabajo y le es imposible moverse, y dado que la s.s. niega draconianamente las bajas por fibromialgia, solo tiene dos alternativas, o aguantar hasta que le despidan, o pactar con la empresa para acceder al paro y después al subsidio.
Cuando una persona lleva cotizando 40 años, y se encuentra en esta tesitura, la situación aboca en la rabia y en la desesperación, a parte de la tragedia que en si misma conlleva la enfermedad, hemos de sumarle el desamparo económico y humano por parte de aquellos estamentos a los que ha cotizado durante decenios, y que ahora le arrojan a los leones sin ningún miramiento.
Una solución seria la reducción de jornada, la bajas programadas o las jubilaciones parciales, nadie está pidiendo la invalidez salvo en casos extremos, pero ya vemos que la política del ministerio y las autonomías es la de desatender y abandonar a su ¿suerte? a estos pacientes que al fin y al cabo son de su exclusiva responsabilidad.
El “Estado de bienestar” está haciendo aguas, si no nos preocupamos ahora en tapar la vías y llevarlo a buen puerto, puede que mañana haya zozobrado totalmente, y entonces será el llanto y crujir de dientes. Recuerda “Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde”.