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martes, 24 de marzo de 2009

DISCULPE EL SEÑOR


Soy un hombre de izquierdas, en mi primera juventud me empapé con las obras de Marcusse, leí avidamente a Kerouac, Sartre, y Camus. Experimente con Timoty Leary, y las películas de Bergman, Truffaut y Fellini eran mi ventana a la vida.

Milité en movimientos estudiantiles clandestinos, repartí octavillas y fuí apaleado en decenas de manifestaciones. Las canciones de Dylan, Cohen y Baez eran mis himnos, mis dioses fumaban habanos y llevaban el puño en alto. Pero siempre tuve muy en cuenta que por encima de las ideologías estaba el hombre. Con el paso del tiempo, empecé a distinguir a los fanáticos, a los panfletarios, a muchos que se llenaba la boca de grandes frases pero que actuaban como vulgares fascistas en su vida privada.

Los años me enseñaron que la verdad tiene muchos matices, que el blanco ciega tanto como el negro, y que la vida esta hecha de un abanico de grises. Aprendí a amar y a admirar a la mujer, a respetar a la madre tierra y a cultivar la compasión como uno de los sentimientos más hermosos del alma.

He trabajado mano a mano con gentes de cien etnias, y he descubierto que todos buscamos lo mismo, pan para nuestros hijos, amar y ser amados, y un horizonte de esperanza hacia el que caminar. Odio la demagogia sea de izquierdas o de derechas, los fanatismos de todos los colores y desprecio a los adalides de la verdad y a los macarras de la moral y de las ideologías.

Creo en el diálogo enriquecedor, en la amistad, en el amor entendido como una comunión de dos almas y en la libertad como un espacio donde crecer sin invadir el de tu vecino. Machado me enseñó a distinguir las voces de los ecos, Serrat a entender que un manjar puede ser cualquier bocado, y Lluis Llach a que “Cal que neixin flors a cada instant”.

Saco a relucir todo esto, porque esta noche he recibido decenas de mensajes acusándome de racista por mi post “Emigrantes o parásitos”. Publiqué este artículo en todos mis blogs para alertar a la administración de la xenofobia que sus actuaciones y su falta de transparencia esta generando entre personas que jamás han sido racistas.

Los populismos y las discrminaciones positivas acaban volviéndose en contra de los que prenden beneficiar. Solo una acción social callada y continuada sin favoritismos y sobre todo transparente, facilitará la integración de los recién llegados y la convivencia constructiva. Exijo igualdad de derechos y de obligaciones para todos. Nada más, pero nada menos.









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