viernes, 23 de enero de 2009

RAICES DEL DOLOR



La ausencia se genera a partir de dos, el que está ausente en cuerpo y el que siempre lo ha estado en de corazón. Es difícil pensar que después de treinta años el municipio de Tlalnepantla cortará, arrancará de raíz los dos árboles con los que crecí, dos enormes Ficus que plantaron mis antiguos vecinos, los que fueron dueños de mi casa y los de la casa contigua.


Ayer hablé con Claudia, la que pidió al Municipio que los quitaran porque “están muy altos, frondosos, chuecos, las raíces se están metiendo en su drenaje, botaron el pavimento de su acera, interfieren con la señal de Cable, los del teléfono, cuando hace viento se estremecen tanto que pareciera que se van a caer sobre nuestras ventanas”, me decía sus razones siempre arrugando el ceño, esquivando mi mirada, casi con coraje. Ella tan dulce espetaba: "mira, mira cómo han roto la calle", "eso está así desde hace diez años Claudia, siempre han estado rotas nuestras banquetas y nunca te había importado", respondí. "Es que no sé qué hacer. Se tapó la cañería, tuvo que venir un plomero y dice que son las raíces del Ficus", casi gritaba. "En mi casa también sucedió lo mismo, vino el plomero y destapó pero nunca dijo que fuera por el árbol", argumentaba yo en tono conciliador. "Estoy completamente sola y no sé que hacer", sus ojos comenzaron a brillar, a lagunear, a derramarse. "¿a qué llamas completamente sola?" inquirí, "Me estoy divorciando, no ves que ya se llevó su auto, que el jardín no se ha podado, que no sé que hacer?" sentí su saliva en mi rostro. "Ah, y por eso hay que arrancar todo de raíz, incluso los árboles que tienen treinta años fuera de nuestras casas, son casi de tu edad ¿ya de diste cuenta? tú sembraste con tus padres y hermanos éste árbol cuando quitamos todos nuestras Jacarandas porque esas sí que rompían el drenaje" casi supliqué. Su cuello comenzaba a humedecerse también, su rostro seguía fruncido, toda su cara era una mueca de enojo y desconcierto. "que los corten, están en mi acera, ya los marcó el municipio, que los tiren, que los poden de raíz", lloraba. "Sí qué pena, ya vi, les pusieron una H, no sé que quiera decir pero parece una suástica de muerte. Ya lo decidiste, acabarás con ellos. Los mandaste matar, tal vez eso calme un poco tu dolor y coraje. Cuando vengan los del municipio diles que no dejen ni un trocito de raíz porque ellos son capaces de renacer, son muy nobles, luchadores, no se dejan vencer con tanta facilidad, mientras tengan por dónde brotar, no importará cómo. Estás en tu derecho, es tu árbol y tu hacer. Si necesitaras algo o tu hijita, cualquier cosa, la que sea, no dudes en buscarme, vivimos pegaditas".
La abracé. "No me comprendes, tú lo tienes todo, no sabes lo que es estar completamente sola", volteaba el rostro hacia el suelo. "Se de lo que me hablas Claudia, hay una persona en mi vida que está cortando las raíces de nuestra amistad con serruchos de silencio y hachas de indiferencia y no por eso arrancaré el Pino que está fuera de mi casa. Él y yo seguiremos luchando por mantenernos en pié y vivos mientras mi amigo se esfuerza por desaparecerme de su vida. Se lo que es el abandono porque tengo cuatro años sufriendo gotero de esa enfermedad, ya casi me acostumbro pero si permites que maten nuestros árboles, ellos nos recordarán siempre que hay fuerzas más grandes que la nobleza y el amor, que pueden destruirlo todo, sólo se necesita una H roja en sus troncos y trocitos de silencio e indiferencia".
El viernes muy temprano vinieron los del Municipio a podar el árbol, un mes después Claudia se reconcilió con su esposo y juntos plantaron un nuevo Ficus en el mismo lugar donde murió el otro. El árbol nuevo nació con una H en el tronco y con nada han podido desaparecerla.
Lina Zerón

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