Henry Mash, neurocirujano comprometido socialmente
"Damos por sentada la salud hasta que nos falta, lástima"
IMA SANCHÍS - 14/01/2009
59 años. Nací en Oxford y vivo en Londres, soy el cirujano jefe del hospital de St. George. Mi especialidad son los tumores cerebrales. Me he casado dos veces y tengo tres hijos. Soy internacionalista, mi propósito es hacer de este mundo un lugar mejor desde el ateísmo
Yo tenía 30 años cuando empecé a ejercer la medicina, porque antes me licencié en Políticas, Filosofía y Economía.
Extraño giro.
Fue un acto de rebeldía contra mi padre, ilustre catedrático que pretendía que siguiera sus pasos; y la necesidad de trabajar con la mente y con las manos.
¿Cuál ha sido su propósito?
Hacer de este mundo un lugar mejor.
Los cirujanos no suelen ser muy empáticos con sus pacientes.
Es difícil hallar el punto medio. En mi caso, cuando mi hijo era un bebé tuvo un tumor cerebral, así que viví la imborrable experiencia de ser un padre ansioso y desesperado. No puedo evitar sentirme mal cuando la vida de los pacientes está en juego.
¿Qué le llevó a Ucrania?
Cuando ya era un cirujano de renombre, en 1992, viajé a Kiev y conocí una realidad durísima: sanitariamente estaban muy atrasados. Ofrecí mi ayuda, pero la medicina oficial no quería saber nada de Occidente; sin embargo, Igor, un joven cirujano muy brillante que no era del partido, me pidió ayuda.
... Y así comenzó una vida paralela.
Sí, empecé a hacer viajes a Kiev para llevar allí instrumental médico que hospitales y clínicas inglesas ya habían desechado.
¿Qué fue lo difícil?
Los médicos bien establecidos de Ucrania no aceptaban que yo entrenara al equipo de Igor. Trabajaban en un hospital público y tenían constantes inspecciones.
¿Cómo lo resolvieron?
Un día, el director del hospital celebró su cumpleaños; él y toda la plantilla estaban borrachos, lo que Igor aprovechó para llenar una furgoneta con todo el material que yo enviaba y montar su clínica en un antiguo hospital del KGB, ironías del destino. Para los médicos, Igor sigue siendo un convicto; para los pacientes, un héroe. No cobramos las operaciones, sólo cama y comida, y no siempre.
¿Por qué en Ucrania y no en los barrios marginales de Londres?
En Londres soy sustituible, pero en Ucrania hemos introducido la neurocirugía.
Lo que hace en Ucrania le cuesta dinero.
Sí, pero yo ya he hecho suficiente dinero; en realidad, el planeta mejoraría si todos viviéramos de forma más sencilla y barata.
Explíqueme su desarrollo personal.
He sido un producto de mis padres, fundadores de Amnistía Internacional, y de la enfermedad de mi hijo, que me hizo comprender lo que asustan los médicos y los hospitales: yo los odio, he hecho campañas en Inglaterra para que sean más humanos, deberían tener más ventanas y jardines en lugar de ser fábricas científicas.
Da gusto oírle.
También me marcó mi divorcio, los dos nos comportamos como idiotas. Fui un estúpido, mi carácter posesivo... Hoy sé que no debo juzgar a los otros. Y ya no me enfado como antes: si hoy no hay solución para este problema, ya pensaré en él mañana. Mi actual mujer es una escritora de éxito, pero tiene una enfermedad crónica. Tendemos a dar por sentada nuestra salud hasta que nos falta; qué lástima.
No creo que haya muchos médicos que visiten la tumba de un paciente.
Tania tenía 9 años y un tumor cerebral. No podíamos operarla en Ucrania, así que les pagué el viaje y la estancia en Londres a ella y a su madre, Katia, y a otro paciente cuya operación fue un éxito. Pero Tania murió dos años después. Me acordaba a menudo de ellas y decidí ir a ver a Katia.
¿Cómo fue?
Los dos lloramos. Me especialicé en tumores cerebrales infantiles y muchos de mis pacientes han muerto, pero ese sentimiento de fracaso te ayuda a mejorar como médico.
¿La operación de Tania fue un error?
Con el coste de su tratamiento podía haber salvado a cinco pacientes. En Ucrania te gastas unos miles de euros y es increíble lo que pueden dar de sí; pero en países como Gran Bretaña se gastan millones para alargarte la vida tres o seis meses, que es la media de vida de un paciente con un tumor cerebral: ¿prolongamos la vida o la muerte?
¿Ha sentido el peso del fracaso?
Los cirujanos tenemos encima un cementerio al que de vez en cuando debemos ir a pensar. Esa es la naturaleza de mi trabajo.
Vaya.
Por eso los cirujanos se muestran distantes y arrogantes, es una defensa.
Entiendo.
Mientras operaba a una niña de un tumor cerebral tuvo una hemorragia espantosa, pero había que terminar la operación. Cuando bajé a explicárselo a su madre, estaba tan afectado que fue ella la que me abrazó y me consoló, una de las experiencias más emotivas de mi vida.
¿Cuál es su conclusión?
Que todos deberíamos tratar a los demás como nos gusta que nos traten, y que hay que dedicar tiempo a los otros para que la vida tenga contenido.
...
En todas las lápidas de los cementerios ucranianos está la foto del muerto que te mira. Yo empecé a conversar con ellos, a preguntarles sobre el sentido de la vida. "Bueno, - me dicen ellos-,mírate a ti, tú todavía estás vivo, ¿qué estás haciendo con tu vida?". Al final, la vida consiste en lo que dejas tras de ti, y no me refiero a la casa, el coche y las fotos de las vacaciones.
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