HOY ME HE PERMITIDO RESCATAR UN BRILLANTE ARTÍCULO DE MARTA SEPÚLVEDA QUE TAMBIEN PUEDE ARROJAR LUZ SOBRE EL TEMA. EN ESTAS FECHAS ME GUSTA TAMBIEN RECORDAR A LOS QUE SUFREN, A LOS QUE SUFRIMOS POR NO SABER PLANTAR CARA A NUESTROS MIEDOS, A NUESTRAS FRUSTRACIONES, SE POR EXPERIENCIA QUE DE POCO VALEN ESTAS REFLEXIONES, PERO AL MENOS SIRVEN PARA DESAHOGARME.
Según Caroline Miss una sanadora americana muy reconocida, todos tenemos mecanismos de defensa que obran a veces consciente, a veces inconscientemente dentro de nosotros y determinan la forma de comportarnos y de reaccionar a muchas de las situaciones que se nos presentan a diario.
Se podría decir que son como máscaras que utilizamos para funcionar frente al mundo. Ese disfraz con que cubrimos nuestro yo, y que nos ayuda a desempeñarnos “mejor” o quizá sea más adecuado decir, a sobrevivir en esta jungla humana cada día más difícil de enfrentar. En fin, ella también los llama “Arquetipos de Supervivencia”, para indicar que son parte del “equipo de campaña” con que contamos para batallar en la vida.
Cuando leí su “Contrato Sagrado”, tuve que encerrarme dos semanas en casa a digerir su material. A hacer los ejercicios que proponía en ese libro-taller y puedo asegurarles que después de dejar el pellejo por el camino, como hacen las serpientes cuando crecen, salí de allí con una nueva conciencia de mí misma. Es como si al hacer una limpieza en mi casa interior, hubiera descubierto que había guardado la basura bajo el tapete de la sala durante años, hasta que creció una montaña de mugre que tocaba el techo.
Su primer Arquetipo, disfraz, máscara es LA VICTIMA.
Que bien la manejamos, o que bien nos maneja, no sé, la sabemos de memoria, es más, somos los mejores actores del mundo, merecemos un Oscar de la Academia a nuestra actuación de la mejor víctima. Ya la tenemos tan aprendida, que no nos cuesta ningún trabajo dejarla salir, posesionarse de nuestro cuerpo y recitar su papel al cual le agregamos con los años detalles, argumentos, justificaciones. Nos hemos pulido el lomo tanto que ya brilla nuestra esclavitud a kilómetros de distancia.
Claro, no es gratis esto. Por cuestiones culturales, sociales, religiosas, y de un millón de causas más, hemos aprendido a ser lo que somos. O díganme ustedes si no es cierto que nos contaron la historia de Caperucita Roja, que salió sola a conocer el bosque y se encontró al lobo que se la quería comer. Y nos hablaron de Blanca Nieves que por irse de la casa le tocó vivir siete años lavando la ropa sucia de los siete enanos, cocinando y barriendo hasta que llegó un príncipe a despertarla. O mejor, la Cenicienta, que tenía una familia disfuncional con dos hermanas que la odiaban, un padre ausente y una madrastra abusadora y que solo un hada madrina pudo venir a componer semejante entuerto. O una religión que nos dice que tenemos que perdonar setenta veces siete, y poner la otra mejilla cuando nos abofeteen. Y que el paraíso no está en es este mundo, sino que nacimos pecadores y moriremos pecadores, o sea, que no tenemos salvación.
Quiero aclarar que no tengo nada contra ninguna religión, la menciono simplemente como otro referente que apoya mi teoría de la víctima aprendida por generaciones.
En todo caso la idea de Caroline Miss, es invitarnos a detectar esa víctima interior. A descubrirla y hacer algo así como desenmascararla. A tomar conciencia de que la tenemos dentro y que manipula muchos aspectos de nuestra vida.
Quieren algunos ejemplos?
* Todo el que tiene un trabajo que no le hace feliz y no lo deja porque se arma la película de que tiene responsabilidades que atender, hijos que cuidar, facturas que pagar. Pero la verdad es que se paraliza de terror nada más de pensar en que le toca sacrificar un punto de comodidad en donde “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
* El que permanece en una relación que ya no desea, por que “Cómo le voy a dejar al otro la cama, la casa, y la cuenta de banco”. Cuando lo cierto es que no se siente capaz de romper ese vínculo por temor a la soledad, a la posibilidad de enfrentarse a sí mismo solo y no tener a quién culpar de las cosas que le suceden.
* Aquella persona que siempre tuvo un sueño y no se atreve a realizarlo porque todavía no se puede, porque no hay dinero, porque no estoy listo, porque si ese sueño sigue en el futuro, nunca nos expondremos al fracaso. Pero tampoco sabremos nunca lo que significa alcanzarlo.
Yo simplemente les dejo la inquietud. ¿Qué opinan ustedes?
MARTA SEPÚLVEDA
http://lacomunidad.elpais.com/msepulveda33/2008/4/29/la-mejor-victima
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