viernes, 26 de diciembre de 2008

ADOLESCENTES PERPETUOS



"Sienten pavor por tres cosas: la soledad, el aburrimiento y el silencio", expllica Javier Elzo, catedrático de sociología de la Universidad de Deusto



Hasta hace poco la juventud era para los jóvenes. Hoy ya no les pertenece en exclusiva. Les han salido nuevos competidores y están en casa: sus propios padres y los amigos de sus padres. "Adultos que les han robado su lugar queriendo parecer más jóvenes cuando les doblan la edad", explica la psicóloga Nora Rodríguez. Ha volcado sus últimos estudios al respecto en Hay un adolescente suelto en casa (Ed. CEAC) donde presenta testimonios que ayudan a entender ciertos comportamientos que a los padres les desconciertan.


Propone instrumentos para educar en el siglo XXI y descubre el desasosiego que produce en esos adolescentes tener que pronunciar frases como éstas: "no vuelvas tarde esta noche, mamá", "vigila, no bebas demasiado en la fiesta, papá", "no me expliques tus ligues, por favor" o "¿quieres que te pase a recoger con el coche cuando acabéis?". Los papeles se han invertido.
Ahora es el padre (o la madre) quien sale de fiesta hasta la madrugada, quien no llama para decir que vendrá tarde. El - o la-que se apropia de la ropa de su hijo, usa su maquillaje, su perfume y escucha su música. El que le chantajea. El que pide consejo al joven adolescente para frecuentar un local nocturno, escoger un restaurante o viajar a una ciudad de moda. Copia su jerga, usa el chat o roba los libros de su estantería. Hasta ahora quería imitarlo, ahora quiere competir.

El catedrático de sociología de la Universidad de Deusto, Javier Elzo, ha dado a conocer una reciente e interesante radiografía de la juventud española actual. Basado en un estudio realizado a 272 escolares entre 16 y 18 años, La voz de los adolescentes (Ed. PPC), nos dibuja un perfil de joven que invierte en valores como el pacifismo, la tolerancia o la ecología pero se despreocupa por la responsabilidad y el compromiso. La excusa más utilizada por esta franja de adolescentes es, según los expertos, que consideran "algunos temas" propios de otra generación. La religión, por ejemplo. Viven centrados en lo próximo y cercano. Temen retroceder y proyectar demasiado lejos en el tiempo.
Por eso la historia no les interesa más que anecdóticamente y el futuro les produce más temor en lo personal que en lo profesional. Sienten pavor por tres cosas: la soledad, el aburrimiento y el silencio. Consideran sus iconos, desde el móvil a las prendas de ropa, como elementos de identificación. Pero lamentan "que los mayores se hayan copiado esos símbolos que son nuestros".
Los adolescentes del siglo XXI están buscando un lugar que les ha sido arrebatado por adultos que quieren ser más jóvenes que ellos. Huérfanos de adultos y de referencias, no encuentran su propio lugar, cada vez más invadido por gentes que viven casi como ellos pero les doblan la edad. "Los jóvenes españoles han contextualizado el consumo del alcohol como un hábito adulto", explica Elzo. Algo que, como el fumar, se inicia por imitación al mayor. Por eso le desconcierta que sean ahora sus - hasta ahora-mayores,quienes se interesen por los valores juveniles, les invadan.Cuatro de las frases de jóvenes recogidas por Elzo en sus estudios cuestionan el papel de los padres en cuanto a educación: "Me agobian con tanta protección", "De sexo no hablamos", "Quisiera que escucharan más mis cosas" y "No quiero preocuparles ni defraudarlos".

Existe una tipología de padres en los que esas reflexiones funcionan en dirección contraria. A menudo se trata de adultos que se han separado y buscan su segunda, o tercera oportunidad. Reinician una vida nocturna que hacía años que habían abandonado. "Mi hija de diecisiete años, cuando vuelvo de fiesta, me pregunta demasiado. Se preocupa si no llamo antes, si no llevo preservativos en el bolso, si me pongo demasiado escotada", explica Andrea Vilà, 48 años, administrativa. "Yo sólo quiero una segunda oportunidad, encontrar alguien en mi vida, no creo que eso sea tan grave. He estado siempre pendiente de su educación. Ahora me toca a mí y creo que estoy en mi derecho". Andrea se siente fiscalizada por su propia hija. Y su hija siente desconcierto. "La chica se siente primero confundida, después no sabe cuál es su lugar y, finalmente, hace cosas para llamar la atención - explica Rodríguez-lo cual, tarde o temprano, afecta a la construcción de su identidad". La adolescente pierde el concepto de "yo soy esto" y se define por lo que no es: "yo no soy como ella"."Esta oposición y rivalidad no está carente de rabia. A menudo puede aparecer disfrazada de sumisión.
Como nadie quiere sacar la rabia contra una madre, la disfraza de yo soy buena, los demás son malos". Un mecanismo complejo que está creciendo en muchas sociedades del llamado primer mundo. "Incluso se está trabajando con la hipótesis de que la rivalidad sea causa de adicciones", advierte Rodríguez. En una reciente entrevista, el psicólogo clínico Jordi Royo, especialista en el fenómeno adolescente, aquel grupo al que hemos denominado rebeldes del bienestar (gracias a la publicación de la editorial Alba) explicaba que la adolescencia terminaba oficialmente a los treinta años. Se trata del adojoven,añadía, joven que sigue siendo adolescente yno se ha esforzado en dejar de serlo.

Pero al mismo tiempo advertía: "A veces ¡sus propios padres son todavía adolescentes!". Y ante la competencia, aparece la huida. "Se van muy pronto y se van primero las mujeres", explica el sociólogo Andreu López. Una de ellas ironiza sobre la posibilidad de que acaben dejando la casa "para que se independicen nuestros padres".


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