Estaba leyendo el poema “Miedo”, de Gabriela Mistral y miraba la carita de mi nieta. Marina está en ese preciso instante en que la crisálida empieza a eclosionar y la naturaleza nos deslumbra con uno de sus más hermosos milagros, la mariposa se transforma en golondrina, y mas tarde en águila poderosa que dominará los cielos con su fuerza y su belleza.
El cuerpo de niña empieza a tomar formas, madura como una manzana dorada por el sol. Pero el verdadero prodigio se está forjando en su alma, los cuentos de niña empiezan a desdibujarse y la rosa despliega su corola y madura su cáliz en el amanecer de una nueva vida. Adquiere consciencia de su cuerpo, de que algo trascendental la empuja hacia el futuro y que ya nada volverá a ser lo mismo. Sus sentimientos, sus deseos empiezan a bullir lentamente, es tremendamente frágil, pero cada día que pasa su alma se templa y la mujer se va abriendo camino a golpes lágrimas y risas. Sé que estoy perdiendo a mi niña, que se está transformando en golondrina, pero también sé que una mujer hermosa, fuerte y dulce como el cariño se está gestando y que sus ojos iluminarán todo lo que mire, y sus manos encenderán cuanto acaricie.
Una nueva primavera se enciende en el aire y su luz hará arder los cielos en los próximos años. Cuando vea ese águila dominar los espacios con su belleza y poderío sabré con orgullo que algo de mi sangre, late en su tierno corazón.
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