JOAN BARRIL
En todas las comedias cinematográficas, incluso en los dibujos animados, los personajes que encarnan el mal se caricaturizan a sí mismos. Se trata de personajes hoscos, huraños, incapacitados para la bondad o la ternura y con una tendencia al desprecio y a la humillación del adversario. Alguna de esas claves la hemos ido encontrando en el comportamiento de José María Aznar, quien, tras su retirada de la vida oficial, ha ido desarrollando un prodigioso virtuosismo del desdén hacia Zapatero.
Una de las primeras muestras de burla, befa y ridiculización del actual presidente del Gobierno la tuvimos tras la intervención de Zapatero en las Naciones Unidas para desgranar su proyecto de Alianza de las Civilizaciones. Los supuestos pensadores de la FAES se encargaron de devaluar el discurso tildándolo de "redacción escolar". En tiempos de iras magníficas y de soberbios malestares las buenas intenciones se convierten en una maldad más de los flojos. Ahora, continuando aquel hilo argumental, el propio Aznar ha venido a decir que la crisis a la que sus neoconservadores han llevado al mundo no se puede arreglar con el "socialismo simpático". ¿Es o no es una caricatura de sí mismo? Todo lo que suene a alianza, a superación de los odios o a simpatía es una debilidad de un sistema que, según Aznar, debería basarse en el ordeno y mando, en la supremacía de Occidente y en la mala leche permanente. Cada vez que asoma el gruñido aznariano recuerdo al Aznar preelectoral de 1996, en el campo de Mestalla, interpretando su mensaje a la manera kennedyana: "Yo sólo soy un hombre normal que quiere servir a su país". ¿Qué ha quedado de aquel hombre normal que, incapaz de la simpatía, ahora la denuesta?
Pero tal vez no todo está perdido. Tal vez Aznar todavía valora el buen humor y la francachela del derechismo simpático de Berlusconi, ese personaje --incomprensiblemente llamado il cavaliere-- que ha alcanzado el dudoso honor de ser el único político mundial que ha puesto sus zarpas en el color de la piel de Obama. Con talantes así seguro que se arregla el mundo y el capitalismo del descontrol, del odio y de la guerra acaba siendo un capitalismo de lo más simpático.
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