Escrito por: Zahira Rosales Cala el 15 Oct 2008 - URL Permanente
Observo Barcelona y no la conozco, ya no es mía, y no, yo soy nada de ella.
Ha pasado por mi vera y no me reconoció, y yo a ella la vi, como de lejos, como un recuerdo. Como la piel de un lagarto al sol. Vacía y sórdida.
En ella quedan para mí, el fantasma y el eco de lo que mi vida llenó, un hueco minúsculo que ahora llena otro alma enorme de otra niña pequeña como yo.
La ciudad en la que todo el mundo cabe, la que para todo el mundo tiene un palacio o un zaguán, ya no es, para mí, mi ciudad; sino el cascarón vacío de un caracol que murió, cuyos restos devoran insectos carnívoros a los que poco importa quién amó y habitó ese interior, mientras les den vida las protehínas de una muerte y les ampare el calor libre que una ausencia dejo...
Y el veneno de Canaletas, tal y como prometió, fluye por mis venas abriéndose paso a quién sabe qué lugar.
Qué oscuro el callejón el el que me la fui a cruzar...!
Me dio un segundo por pararle, por preguntarle a dónde iba, pero se cruzó Barcelona, la vi a lo lejos y me marché tras ella a este lodazal de sueños en el que no encuentro los que fueron míos y solo quedan los que quiero que sean los nuestros.
Me niego a que esto sea una declaración de amor. Es una esquela, unas líneas azules y discretas entre las columnas necrológicas de un periódico de tercera.
"Hoy expiró en la soledad austera del exilio la que un día fue la más devota admiradora de los vagabundos de los soportales de La Plaza Real, la reina de las calles del Raval, buscadora incansable de miradas muertas en ojos vueltos de todo, llenos de olvido y de nada, hundidos en vasos ardiendo en Marsellas , ya por entonces, exiliadas.
Cayeron como telones de acero sus párpados, y en su encierro guardan sus pupilas, inmóviles, la locura intacta de las noches paganas, que solo se acostaban cuando ya de vuelta las empujaban las luces tenues de las mañanas, bajando a saludar al mar por la Avinguda de les Drasanes.
Cayó, a peso de plomo, su melena al suelo con su cuerpo para, dibujar o besar la acera cuando se cruzó con ella: Con su amante de noches en vela, La Gran Señora, la puta barata, la altuhista, la bandolera, a la que prometió ser fiel y le engañaba con cualquiera, la más hermosa, la barriobajera, la más valiosa, la falsa moneda...
Se cruzaron y en sus ojitos azules cargaditos de tinieblas descubrió ella, que había resuelto olvidarla, que solo en su despedida fue sincera... y murió, se le partió el alma en mil banderas"
Dónde ibas Barcelona? Por qué no guardaste un segundo mi sitio a tu vera? Por qué me olvidaste así, de esta manera.
Vaya en paz, sin mí, conmigo, con cualquiera... infiel compañera.
En ella quedan para mí, el fantasma y el eco de lo que mi vida llenó, un hueco minúsculo que ahora llena otro alma enorme de otra niña pequeña como yo.
La ciudad en la que todo el mundo cabe, la que para todo el mundo tiene un palacio o un zaguán, ya no es, para mí, mi ciudad; sino el cascarón vacío de un caracol que murió, cuyos restos devoran insectos carnívoros a los que poco importa quién amó y habitó ese interior, mientras les den vida las protehínas de una muerte y les ampare el calor libre que una ausencia dejo...
Y el veneno de Canaletas, tal y como prometió, fluye por mis venas abriéndose paso a quién sabe qué lugar.
Qué oscuro el callejón el el que me la fui a cruzar...!
Me dio un segundo por pararle, por preguntarle a dónde iba, pero se cruzó Barcelona, la vi a lo lejos y me marché tras ella a este lodazal de sueños en el que no encuentro los que fueron míos y solo quedan los que quiero que sean los nuestros.
Me niego a que esto sea una declaración de amor. Es una esquela, unas líneas azules y discretas entre las columnas necrológicas de un periódico de tercera.
"Hoy expiró en la soledad austera del exilio la que un día fue la más devota admiradora de los vagabundos de los soportales de La Plaza Real, la reina de las calles del Raval, buscadora incansable de miradas muertas en ojos vueltos de todo, llenos de olvido y de nada, hundidos en vasos ardiendo en Marsellas , ya por entonces, exiliadas.
Cayeron como telones de acero sus párpados, y en su encierro guardan sus pupilas, inmóviles, la locura intacta de las noches paganas, que solo se acostaban cuando ya de vuelta las empujaban las luces tenues de las mañanas, bajando a saludar al mar por la Avinguda de les Drasanes.
Cayó, a peso de plomo, su melena al suelo con su cuerpo para, dibujar o besar la acera cuando se cruzó con ella: Con su amante de noches en vela, La Gran Señora, la puta barata, la altuhista, la bandolera, a la que prometió ser fiel y le engañaba con cualquiera, la más hermosa, la barriobajera, la más valiosa, la falsa moneda...
Se cruzaron y en sus ojitos azules cargaditos de tinieblas descubrió ella, que había resuelto olvidarla, que solo en su despedida fue sincera... y murió, se le partió el alma en mil banderas"
Dónde ibas Barcelona? Por qué no guardaste un segundo mi sitio a tu vera? Por qué me olvidaste así, de esta manera.
Vaya en paz, sin mí, conmigo, con cualquiera... infiel compañera.
http://lacomunidad.elpais.com/zahira-a3-cala/2008/10/15/una-esquela
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