Estoy cansado, es un cansancio negro que nace de lo mas profundo de mi estomago y se extiende como un cáncer por mi corazón y mi cerebro. Quizás la palabra correcta sea hastío, hastío de luchar toda la vida contra los gigantes, hastío de apostar siempre por el caballo perdedor , de agotarme corriendo detrás de la utopía.
Me he dejado la piel y las ilusiones persiguiendo espejismos, el espejismo de la justicia, la quimera de la solidaridad, la utopía de la paz. Aposté por un mundo mejor y mi caballo desmontó al jinete, me acerqué demasiado al sol y me quemé las alas. Mis héroes de juventud acabaron convertidos en posters.
Miro a mi alrededor y veo sombras iluminándose frente a una televisión infame, sombras que que se oscurecen ante el gran hermano, que se diluyen ante la telebasura, sombras que no resisten la luz de la verdad. Los ojos de los adolescentes, ya no reflejan rebeldía, solo rabia o vacio, inercia existencial u odio sistemático pero la chispa de la utopía brilla por su ausencia. Me he dejado la piel y las ilusiones persiguiendo espejismos, el espejismo de la justicia, la quimera de la solidaridad, la utopía de la paz. Aposté por un mundo mejor y mi caballo desmontó al jinete, me acerqué demasiado al sol y me quemé las alas. Mis héroes de juventud acabaron convertidos en posters.
Se que podría encerrarme en mi castillo, aislarme en mi hogar junto a mi esposa, meternos en la cama y acabar en una Gran Bouffee como la de Ferreri, pero aun conservo un ápice de esperanza y cuando salgo a la calle y me ilumina la sonrisa de un niño, cuando escucho una música que me llena, cuando veo una mujer fecundada acariciarse amorosamente la barriguita, pienso que aun queda esperanza, que quizás es tan solo una pesadilla y que pronto despertaré entre las sabanas de un futuro mejor.
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