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miércoles, 6 de agosto de 2008

LOS SONIDOS DEL SILENCIO

Si fuéramos conscientes del tremendo poder que atrincheramos en nuestra boca, seguramente seriamos más cautos al utilizarlo. La palabra es la única arma con la que puedes matar sin tener responsabilidades penales, con la que puedes torturar sin derramar una gota de sangre, pero también puede ser el más suave de los bálsamos, y la más dulce de las caricias.

Vivimos en un mundo de ruido, las interferencias atacan nuestro sistema nervioso y hasta el silencio es ensordecedor. A veces nos sentimos solos, hundidos en la ciénaga de la desesperanza, una palabra, una sola palabra, puede ser esa rama tendida a la que asirnos para no desaparecer en el lodo, otras veces puede ser el pie que nos machaca la mano que se aferra desesperada a la orilla.

La palabra es el vínculo que une los corazones, complementa a las miradas, envuelve a las caricias, el amor no es mudo, habla por los codos, el silencio amoroso está lleno de melodías.

No descuidemos la palabra amable, el gesto amoroso, ese ¡Te quiero! que tanto regateamos. subamos a lo alto de nuestro campanario a gritar a nuestra pareja, a nuestros amigos, cuanto los queremos y cuanto los necesitamos, no nos cansemos de decirles lo mucho que significan para nosotros.

Los pecados por omisión a veces son los peores, y los hombres somos pecadores empedernidos, a veces la distancia que nos separa del abismo, descansa en el filo de una palabra.







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