De vez en cuando...es decir, cada tanto y sin dejar de ocurrir, en la vida hay acontecimientos, momentos o instancias, que irrumpen inesperadamente desmantelando el cuidadoso escenario que construimos con nuestras ilusiones.
No hay manera de jugar nuestros encuentros y desencuentros con la vida, sino con las ficciones de algún deseo puesto en la piel de la realidad más "objetiva", que mientras dura...es para siempre.
Para siempre contaremos con aquellos que queremos, para siempre seremos capaces de disfrutar de lo que nos gusta, de poder realizar con naturalidad las funciones y acciones que necesitamos diariamente. De aquí en más, aseguramos no me volverá a ocurrir tal desatino, ahora aprendí a no...Nunca caeré en semejante desgracia, a mí no me pasará...Yo sé qué hacer para no caer como los otros...
Tanto más abismal será el desencanto, cuanto más certeza de invulnerabilidad se haya soñado; cuando más seguro uno esté de poseer los planos para construir la felicidad.
Más, si no pudiéramos "creérnosla" de vez en cuando, tampoco podríamos gozar de aquellos trechos en que tenemos la fortuna de encontrarla, aún de paso, aún escurridiza. Y nos acompaña el entusiasmo de un amanecer sin sombras.
Como dice el poeta:
"Del derecho y del revés
uno sólo es lo que es
y anda siempre con lo puesto.
Nunca es triste la verdad,
Lo que no tiene es remedio."*
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