TELEVISIÓN SINIESTRA
Uno de los programas televisivos más siniestros de todos los que se emiten en este momento (y la competencia es reñida) busca como objetivo la elección de la mejor modelo de 2008. Hace algunos meses, veinte muchachas fueron seleccionadas de entre las más de mil que se presentaron, y como Cenicientas, recibieron un zapato rojo en señal de aceptación. Debían ser mujeres de entre los 16 y los 23 años y medir más de 1,70. Por las improvisadas pasarelas desfilaron niñas nerviosas, madres recién paridas, muchachas que sabían que no contaban con el apoyo de sus parejas o que, por el contrario, cumplían el sueño de su familia al entrar.
Desde entonces se han enfrentado a comentarios superficiales, en ocasiones poco acertados o hirientes de un jurado que, en teoría, debe formarlas. Las extravagancias, falta de control o histrionismo de quienes les juzgan dejan estupefacto al espectador. Triste visión del mundo bello y apasionante de la moda.
La utilización en las pasarelas de niñas, o de mujeres que apenas han superado una adolescencia cada vez más duradera y desprotegida, no es nueva; y como en los platós de cine, en determinados deportes o en el ballet, se justifica históricamente por dos razones que se esgrimen como si fueran verdades: una, la presencia voluntaria de las niñas en esos campos. Otra, "el público lo pide". Como casi todo lo que implica la utilización del cuerpo femenino, los límites se perfilan muy turbios, y las consecuencias serán devastadoras. Pero, eso es cierto, dan espectáculo. Y pena.
Espido Freire
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