miércoles, 4 de junio de 2008

LA LLAMA Y LA MARIPOSA

Una gran mariposa multicolor y vagabunda

volaba una noche en la oscuridad,

cuando vió a lo lejos una lucecita........

Inmediatamente torció en aquella dirección y,

cuando estuvo cerca de la llama,

se puso a girar ágilmente en torno de ella,

mirandola maravillada.

!Qué hermosa era!.

No contenta con admirarla, la mariposa

comenzó a pensar que con ella

podía hacer lo mismo que con las flores olorosas.

Se alejó,

dió la vuelta y dirigiendo valerosamente su vuelo

hacia la llama,

pasó volando por encima de ella....

Se encontró aturdida al pie de la luz,!!!

se dió cuenta asombrada de que le faltaba una pata

y....

las puntas de sus alas se le habían chamuscado!!!!

-¿Qué me ha sucedido? -

se preguntó, sin encontrar explicación.

De ningún modo podía admitir que de una cosa

tan bella como una llama

pudiese venir ningún daño;

así que, después de haber recuperado algo las fuerzas,

de un aletazo emprendió el vuelo.

Revoloteó unos instantes y de nuevo

se dirigió hacia la llama para posársele encima.

Pero enseguida cayó abrasada,

en el aceite que alimentaba la llama.

-Maldita luz-

murmuró la mariposa al borde de la muerte-.

Creí encontrar en tí la felicidad,

y en lugar de ella he hallado la muerte.

Lloro por mi loco deseo,

porque te he conocido demasiado tarde,

y para daño mío, tu naturaleza peligrosa.

-!Pobre mariposa!

-respondió la luz-

.Yo no soy el sol, como ingenua creiste.

Yo sólo soy una llama y el que no sabe usarme

con prudencia se quema.

Pregunta:

Y tú?...

¿Eres llama?

¿Eres mariposa?,

seguramente que ya te has quemado alguna vez

¿verdad?

Nunca olvides que las cosas que te atraen,

pueden hacerte daño,

son las cosas que no te atraen

las que muchas veces te pueden hacer feliz.

dime .piensa...

¿Eres mariposa? ¿ eres llama?

¿Qué eres?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La última rosa roja de la mariposa:
EL CORAZON PERDIDO
Yendo una tardecita de paseo por las calles de la ciudad, vi en el suelo un objeto rojo; me bajé: era un sangriento y vivo corazón que recogí cuidadosamente. «Debe de habérsele perdido a alguna mujer», pensé al observar la blancura y delicadeza de la tierna víscera, que, al contacto de mis dedos, palpitaba como si estuviese dentro del pecho de su dueño. Lo envolví con esmero dentro de un blanco paño, lo abrigué, lo escondí bajo mi ropa, y me dediqué a averiguar quién era la mujer que había perdido el corazón en la calle. Para indagar mejor, adquirí unos maravillosos anteojos que permitían ver, al través del corpiño, de la ropa interior, de la carne y de las costillas -como por esos relicarios que son el busto de una santa y tienen en el pecho una ventanita de cristal-, el lugar que ocupa el corazón.
Apenas me hube calado mis anteojos mágicos, miré ansiosamente a la primera mujer que pasaba, y ¡oh asombro!, la mujer no tenía corazón. Ella debía de ser, sin duda, la propietaria de mi hallazgo. Lo raro fue que, al decirle yo cómo había encontrado su corazón y lo conservaba a sus órdenes de si gustaba recogerlo, la mujer, indignada, juró y perjuró que no había perdido cosa alguna; que su corazón estaba donde solía y que lo sentía perfectamente pulsar, recibir y expeler la sangre. En vista de la terquedad de la mujer, la dejé y me volví hacia otra, joven, linda, seductora, alegre. ¡Dios santo! En su blanco pecho vi la misma oquedad, el mismo agujero rosado, sin nada allá dentro, nada, nada. ¡Tampoco ésta tenía corazón! Y cuando le ofrecí respetuosamente el que yo llevaba guardadito, menos aún lo quiso admitir, alegando que era ofenderla de un modo grave suponer que, o le faltaba el corazón, o era tan descuidada que había podido perderlo así en la vía pública sin que lo advirtiese.
Y pasaron centenares de mujeres, viejas y mozas, lindas y feas, morenas y pelirrubias, melancólicas y vivarachas; y a todas les eché los anteojos, y en todas noté que del corazón sólo tenían el sitio, pero que el órgano, o no había existido nunca, o se había perdido tiempo atrás. Y todas, todas sin excepción alguna, al querer yo devolverles el corazón de que carecían, negábanse a aceptarlo, ya porque creían tenerlo, ya porque sin él se encontraban divinamente, ya porque se juzgaban injuriadas por la oferta, ya porque no se atrevían a arrostrar el peligro de poseer un corazón. Iba desesperando de restituir a un pecho de mujer el pobre corazón abandonado, cuando, por casualidad, con ayuda de mis prodigiosos lentes, acerté a ver que pasaba por la calle una niña pálida, y en su pecho, ¡por fin!, distinguí un corazón, un verdadero corazón de carne, que saltaba, latía y sentía. No sé por qué -pues reconozco que era un absurdo brindar corazón a quien lo tenía tan vivo y tan despierto- se me ocurrió hacer la prueba de presentarle el que habían desechado todas, y he aquí que la niña, en vez de rechazarme como las demás, abrió el seno y recibió el corazón que yo, en mi fatiga, iba a dejar otra vez caído sobre los guijarros.
Enriquecida con dos corazones, la niña pálida se puso mucho más pálida aún: las emociones, por insignificantes que fuesen, la estremecían hasta la médula; los afectos vibraban en ella con cruel intensidad; la amistad, la compasión, la tristeza, la alegría, el amor, los celos, todo era en ella profundo y terrible; y la muy necia, en vez de resolverse a suprimir uno de sus dos corazones, o los dos a un tiempo, diríase que se complacía en vivir doble vida espiritual, queriendo, gozando y sufriendo por duplicado, sumando impresiones de esas que bastan para extinguir la vida. La criatura era como vela encendida por los dos cabos, que se consume en breves instantes. Y, en efecto, se consumió. Tendida en su lecho de muerte, lívida y tan demacrada y delgada que parecía un pajarillo, vinieron los médicos y aseguraron que lo que la arrebataba de este mundo era la rotura de un aneurisma. Ninguno (¡son tan torpes!) supo adivinar la verdad: ninguno comprendió que la niña se había muerto por cometer la imprudencia de dar asilo en su pecho a un corazón perdido en la calle.
La mató consciente y premeditadamente
MUERTA

Muerta está,
Se murió
Hace tiempo,
Se murió.
Siempre
La llevó por sus senderos
Le puso mil trampas
Y la mató
De pena
La consumió
La ahogó
Con sus dudas
La ahorcó
Con sus juegos,
Con sus mentiras,
Con sus palabras,
Incertidumbres,
Desconfianzas,
Suspenses,
Vacilaciones,
Sospechas,
Recelos,
Duplicaciones
Triplicaciones
La ejecutó,
Lapido,
Extinguió
Degolló
Así está y así se siente
Asesinado el corazón
En un cruce de mil caminos negros
Sin armas
Sin abrazos
Sin cuchillos
Sin besos
Sin más en la mochila
El triunfo de la victoria
El lo quería
Y el lo consiguió
Muerta y se murió.
El la mató.

Era de suponer este triste final. Se veia venir ante tantos juegos y mentiras por parte de la "llama".
No me guardes rencor. Yo me siento libre de toda culpa. Y tu?

Asrham Rayeuk dijo...

Mariposa o llama? Mariposa con alas de fuego? Fuego que vuela con mariposas? Como he de confesar que primero fui su mariposa y ella mi llama, despues ellas se conviertio en mariposa y yo le robe las llamas y ahora nos encontramos perdidas en las cenizas.

Me gusto! Y ahora con mas calma me paso por el link que me dejaste. Gracias!