1.- El diario de Ella.
El sábado por la noche le encontré raro.
Habíamos quedado en encontrarnos en un bar para tomar una copa antes de volver a nuestro piso, empezaba a hacer buen clima y apetecía estar por la calle de noche. Yo tenía que ir a casa de mi madre a cenar y a hacer de hija por un rato. Previamente aproveché para ir por la tarde de compras con unas amigas y, como llegué tarde, la cena se retrasó más de lo debido por las historias con que me volcaba la cabeza mi madre la cual no me soltaba.
Al entrar en el bar me vino un tremendo sentimiento de culpa porque llegué con bastante retraso a la cita, pero él no hizo ningún comentario. La conversación no era muy animada, así que le propuse ir a un lugar más íntimo para poder charlar más tranquilamente. Fuimos a una coctelería y él se seguía portando de forma extraña, apenas si comentó el cocktail de cava que tanto le gustaba y se comió la cereza sin ofrecérmela como era su costumbre. Estaba como ausente. Intenté que se animara y empecé a pensar si sería por culpa mía o por cualquier otra cosa. Le pregunté y me dijo que no tenía que ver conmigo. Pero no me quedé convencida. Seguía mirando a la copa como si no estuviera allí y ni se fijó en la chica con minifalda rosa y blusa escotada blanca que pasó por su lado contoneándose por los altos tacones de aguja. Empezaba a estar seriamente preocupada. Por otra parte lo que es yo, a esa coctelería no vuelvo. En el camino para casa, en el coche, le dije que lo quería mucho y él se limitó a pasarme el brazo por los hombros, sin contestarme. No sé cómo explicar su actitud, porque no me contestó que él también me quería, sencillamente no dijo nada y mi preocupación iba en aumento. Llegamos por fin a casa después de un interminable trayecto de doce minutos y en ese momento ya estaba segura que quería dejarme. Intenté hacerle hablar, pero encendió la tele y se puso a mirarla de nuevo con ese aire distante, como haciéndome ver que todo había terminado entre nosotros. Desistí por fin y le dije que me iba a la cama. Empecé a llorar en silencio.
Unos minutos más tarde, él vino también y, para mi sorpresa, correspondió primero a mi mecánica caricia de bienvenida y luego hicimos el amor. Pero no le abandonó en ningún momento el aire distraído y distante. Ahora ya vi claro que debió pensar en otra al hacer el amor, volví a llorar en silencio. Cuando pude, me tragué las lágrimas y decidí afrontar la situación, hablar con él, sentar las cosas y empezar a pensar en nuestro futuro cuanto antes, pero esta vez por separado. Resultó que ya estaba dormido. Salí al baño para romper a llorar, sollozando frente al alicatado beige y de cenefas azules y verdes, del que tanto costó de decidirme y que él seguro que también disfrutó las seis o siete veces que me acompañó a ver los paneles de azulejos. Los “interminables” que decía él, con esa sonrisa que tanto me arrebataba y que debo aprender ya a olvidar. Cuando me recompuse media hora después volví a la cama.
Ya no sé qué hacer. Es evidente que hay otra. Mi vida es un infierno.
2.-Diario de Él.
Ayer perdimos la liga. Al menos eché un polvo.
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