La Niña de la Puebla es una de las grandes figuras del cante del siglo XX, con una sólida formación en música y guitarra que continuó después de su fulgurante éxito. De manera que pasó de la interpretación de estilos más ligeros, como las colombianas o los fandangos, a otros solemnes, como la seguiriya o la soleá. Según sus propias declaraciones decidió dedicarse al cante profesional cuando oyó cantar al Niño de Marchena.
Su gran triunfo llegó antes de la Guerra Civil española (1936-1939), pero fue después cuando La Niña de la Puebla llevó a cabo una actividad artística casi frenética, en gira continua por toda España hasta los años setenta, representando cada año un espectáculo distinto: Ópera flamenca (1947), Pasan las coplas (1947), El sentir de la copla (1950), Toros y cante (1951), Noche de coplas (1953), Así canta Andalucía (1954), Herencia de arte (1955), Noche Flamenca (1963), Fantasía Flamenca (1970)... A lo largo de toda su carrera profesional trabajó con figuras legendarias del arte flamenco: El Cojo de Huelva, Pepe Marchena, Manuel Vallejo, José Cepero, Juanito Valderrama, La Niña de Antequera, Pepe Pinto, El Sevillano, Rafael Farina, El Carbonerillo, El Corruco de Algeciras, José Menese o Camarón. En 1987, se retiró de las tablas tras actuar en la Cumbre Flamenca que se celebró en Madrid. Pero reapareció en los escenarios en 1995 y ya no los dejó hasta que la muerte le sorprendió cuatro años después. Su último espectáculo tuvo que terminarlo antes de tiempo por encontrarse mal.
Una semana después de su fallecimiento iba a recibir la medalla de oro al Mérito de las Bellas Artes. Uno de sus hijos manifestó cuál era el mayor deseo de su madre: ser recordada por la colombiana Serranía del Brasil, que cantaba junto a su marido, el también cantaor Luquitas de Marchena. Siempre será recordada por el sabor popular que supo imprimir a todas sus interpretaciones, en especial en su versión de Los Campanilleros, más ligera y popular que la de Manuel Torre.
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1 comentario:
Y sigue recordándome a mi madre.Este tipo de canciones le encantaban y las cantaba de maravilla.
Mira si cantaba bien, que cuando mi hijo nació y salí del hospital con él, esa primer noche no paraba de llorar ( me salió muy llorón)y sólo mi madre con su voz y sus canciones lo hicieron callar y dormirse.
¡Hala!ya he dejado un trocito de mí, como siempre.
Besos.
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