Esta mañana me he levantado con una losa en el pecho, uno de esos días que vienes incubando dese hace tiempo y que de repente te estalla en el alma, desgarrando tus fibras más sensibles y sembrando de metralla el corazón.
Es un goteo apenas perceptible que te va golpeando como una gota malaya, que te desgasta las defensas, te corroe la alegría y tiñe tu mirada con la gélida niebla de la ansiedad, y te sientes como un púgil noqueado que espera el golpe de gracia para descansar al fin sobre la lona.
Puede que sea el tiempo grisáceo y húmedo , puede que sea uno de esos Lunes negros, pero siento como la bilis me sube por la garganta y me amarga hasta el aliento. Cuando esto sucede, intento refugiarme en los palacios de la memoria, pero a veces, me encuentro con el puente levantado y sin medios de alcanzar su refugio, son días negros , amargos y yertos como cadáveres del calendario que se mantienen milagrosamente en pie pero que en cualquier momento te pueden caer encima.
A veces recapacito sobre el delicado hilo en el que mantenemos nuestro equilibrio mental y vital, ¡cuan fácil puede ser despeñarse en un instante por el abismo de la ansiedad y la desesperanza! … procuro agárrame fuerte a la barra y mantener el equilibrio lo mejor posible, unos cuantos pasos y habré llegado al otro lado sano y salvo, pero la maroma se desliza bajo mis pies y la última zancada parece no llegar nunca, pero hay que mirar al frente, y tragar saliva, a veces te lo juegas todo en el último paso.
JUANMAROMO
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