Ella aún está aquí, recostada, desnuda, envolviéndome con su brazo y su pierna derecha. Carla, creo que ese es su nombre. No recuerdo haberle pagado y menos para pasar toda la noche, al parecer le agradó mi compañía y la de mi botella de ron. Me reclino, tratando de no despertarla, logro alcanzar la botella que está sobre la mesa de noche, tomo un buen trago, antes que se despierte ese martilleo en mi cabeza. Los recuerdos de la noche anterior juegan conmigo, me sonríen y se ocultan rápidamente, no los necesito, no hay manera que con una mujer así la haya pasado mal.
No puedo calcular que edad tenga ella físicamente, no soy bueno para esas cosas. Las miradas no envejecen, yo siempre me guío por ellas, y la de ella se restaba años con cada sonrisa.
Se despierta cuando oye pasar la bebida por mi traquea, está amaneciendo, sabe que pronto me marcharé y quiere que la lleve conmigo pero esta vez me dirijo hacia el infierno, de seguro ella ya ha estado ahí y le digo que no necesito una visita guiada.
Algo me sacude, me despierto, es el golpe de la llanta izquierda de mi auto contra la separación central de la vía, giro rápidamente el timón hacia la derecha, logro retomar el rumbo. Por más que sujeto firmemente el timón, mi auto zigzaguea como si también hubiera bebido toda la noche y sus tuberías estuvieran saturadas de alcohol.
Miro por el retrovisor, la carretera está desierta, está amaneciendo, el resplandor del sol sobre el parabrisas me obliga a entrecerrar los ojos. La radio no sintoniza, no encuentro ni un cd en la guantera. Tú eras la encargada de eso, no sabía que pedir, tú siempre sabías que darme, mirabas el paisaje, mis ojos y colocabas la canción adecuada, musicalizabas mi vida.
El cansancio y la resaca me piden que me detenga, pero no mi deseo de alejarme. Trato de que en mi cabeza suene alguna melodía, solo escucho el ruido del motor, aprieto el acelerador tratando de zambullirme en las brasas del sol que se asoma por el horizonte.
Publicado por Damián Carrillo
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