-Di, ¿me encuentras rara?
-Pues un poco
-¿Un poco qué?
-Un poco gorda, señora, usted disculpe.
-A ver si adivinas. ¿Gorda estoy de comer o de reír?
-Gorda de amar, pareciera, y no es por ofender.
-Qué va mujer si por eso te he llamado...
Está la señora muy ocupada. Poca paciencia ha tenido su cuerpo, incapaz de esperar al marido ausente; y alguien le ha dicho que el traicionado está llegando a Cartagena. Cuando le descubra la barriga... ¿Qué no hará este hombre tan categórico, que decapitando cura los dolores de cabeza?
-Por eso te ha llamado, Juana. Ayúdame, tú que eres tan voladora y puedes beber vino en una copa vacía. Dime. ¿Viene mi marido en la flota de Cartagena?
En jofaina de plata, la negra Juana García revuelve tierras, aguas, sangres, yuyos. Sumerge un librito verde y lo deja navegar. Después hunde la nariz:
-No-informa-No viene. y si quiere usted ver a su marido, asómese.
Se inclina la señora sobre la palangana. A la luz de la velas, lo ve. Él está sentado junto a una bella mujer, en un lugar de muchas sedas, mientras alguien corta un vestido de paño guarnecido.
-¡Ah, farsante! Dime. Juana, ¿qué lugar es éste?
-La casa de un sastre, en la isla de Santo Domingo.
En las espesas aguas aparece la imagen del sastre cortando una manga.
-¿Se la quito? - propone la negra.
-¡Pues quítasela!
La mano emerge de la jofaina con una manga de fino paño chorreando entre los dedos.
La señora tiembla, pero de furia.
-¡Se merece más barrigas, el muy puerco!
Desde un rincón, un perrito ronronea con los ojos entreabiertos.
E. Galeano
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